domingo, 28 de junio de 2009

Ensayo

Adriana Rosas
Personajes femeninos de Fanny Buitrago

La mirada del Bildungsroman en “Mammy deja el oficio” y “Salino de los amantes”-

La obra de Fanny Buitrago se puede mirar desde diversos prismas, así como lo es su escritura que cambia de situaciones geográficas y por ende, la caracterización de sus personajes. Es una narrativa que busca acercarse a cómo hablan realmente las personas, romper con los límites entre la literatura oral, la erudita, la popular y la escrita. Ella, en sus palabras, nos dice lo que es su oficio:
“Escribir es cazar historias. Escribir es contar historias. Yo quiero contar la historia de Colombia a través de las historias que me cuenta la gente. Intento escribir como habla la gente. Pienso que mi tarea de escritora es poder pensar y sentir cómo piensa y siente la gente para contar sus historias, historias que me gusten o me horroricen… Para mí ser escritora es ser muchas gentes, de todas las layas e intentar un imposible fresco de la Colombia actual”[1].
En esa escritura se refleja la crítica a la sociedad producto de los medios masivos de información, las formas estereotipadas de comportamiento impuesto por la sociedad, las modelos, los políticos corruptos, las culturas de abolengo y apellidos que hacen un constructo de imitaciones de culturas extranjeras dominantes, las farsas sociales que imponen reglas y juegos a sus ciudadanos, el declive de un país que se encamina a una catástrofe política y social: la misma condición que condujo a que la escritora se exiliara por un tiempo.
Sus descripciones pueden ser de un traje de paño oscuro en una cafetería bogotana en la madrugada, donde vemos dos prostitutas hablando. A una de ellas se le acerca un hombre que es su cliente, pero también fue su esposo, y los dos pertenecen a la ‘crema y nata’ del país, pero ella decidió dedicarse a lo que le gustaba, y su amiga prostituta, la narradora del cuento Mammy deja el oficio, nos dice:
“Hay que convenir que la profesión para Mammy era más asunto de vocación que de necesidad… A Mammy le encantaba corretear por San Victorino. Lucir el contoneo de sus altísimos tacones, en compañía de las golfas furtivas de la carrera 7ͣ, y visitar los burdeles de la peor estofa y tomar un refrigerio en la Puerta del Sol, un restaurante frecuentado por borrachos y trasnochadores” (178).
Luego podemos encontrar a los personajes de Fanny Buitrago en San Andrés, en el Caribe, en medio de brujerías, de chamanes, del calor, de la playa. Un abanico de posibilidades para recrear situaciones que en ocasiones nos dejan un sabor irónico, un final que nos sorprende, el saber que no todo es como parece, y que a veces esas voces frívolas que escuchamos en su narrativa, también nos llevan a la crítica de la sociedad.
En nuestro caso abordaremos tres personajes femeninos de Fanny Buitrago bajo la mirada del Bildungsroman, en los cuentos Mammy deja el oficio y Salino de los amantes, con el fin de establecer si existe un dualismo entre lo que quieren ellas y lo que la sociedad les impone o si son representaciones de mujeres seguras de sí mismas, y con una fuerte determinación y confluencia entre sus acciones y pensamientos.
Para acercarnos a esta teoría utilicemos las palabras de Leasa Y. Lutes[2] quien afirma que “El eje central del Bildungsroman trata el conflicto nuclear entre el derecho básico del individuo a la auto-determinación por un lado y la exigencia social de complicidad por parte de cada miembro de una comunidad por otro lado” (67). No es sólo que a las protagonistas les exijan que se asimilen al medio, que actúen de acuerdo a la ‘ley establecida’, sino que entran en conflicto consigo mismas al surgir la auto-determinación, lo que ellas realmente quieren hacer, pero que está en desacuerdo con los códigos que la sociedad ha impuesto. Para Leasa Lutes aquí radica el eje central del Bildungsroman, ese conflicto entre el yo y la comunidad. Es el enfrentamiento interno de las protagonistas entre lo que dicta el ‘yo’ y la sociedad, de allí que algunas terminen en la locura, como lo podemos ver en las protagonistas de algunas novelas. Para citar dos ejemplos en Latinoamérica, entre muchos, en Nadie me verá llorar de la escritora mexicana Cristina Rivera Garza, perteneciente a la Generación del crack, la protagonista, Matilde, termina en un manicomio, y en la narrativa colombiana lo observamos en Delirio de Laura Restrepo. Las dos protagonistas de estas novelas tienen manifestaciones de locura, y por lo que se declina de la lectura de las novelas, se debe a los enfrentamientos no resueltos entre su ‘yo’ y la sociedad.
Si no se da esa libertad, si no se forma un propio mundo, la locura y el suicidio son armas de las que se ha valido la mujer para buscar otro mundo alternativo. Es parte del reconocimiento que tienen las protagonistas de que no pueden llegar a influenciar lo suficiente en el medio social que las circunda, después de que ya han sido lo suficientemente autónomas como para criticarlo, juzgarlo; pero la locura y el suicidio es uno de los medios para aceptar su derrota al no poder cambiar la sociedad. Es lo que nos explicita Leasa Y. Lutes en la siguiente cita:
“Al mismo tiempo que el protagonista va reconociendo la inautenticidad social, de modo que puede progresar hacia la meta de la renovación, se está desarrollando como ser autónomo, como individuo que existe en su propio derecho aparte del estado, capaz de juzgar la sociedad, de criticarla. También se está despertando a su incapacidad de ejercer bastante influencia entre las personas como para poder lograr esa meta” (Lutes, 67).
No obstante, el suicidio es la forma fácil, no todas las personajes recurren a quitarse la vida o a la locura al percibir su incapacidad para cambiar la sociedad. Hay las que recurren a la infidelidad como es el caso de la Catalina de Angeles Mastretta en Arráncame la vida. Conocedora de que su marido seguirá siendo infiel y ejercerá su poder sin escrúpulos, desde que está embarazada de su primera hija decide tener amantes, porque mientras estaba embarazada su marido decidió no tocarla ‘por no dañar al niño’, a lo que nos relata:
“Pablo se encargó de quitarme las ansias esos tres últimos meses de embarazo, y yo me encargué de quitarle la virginidad que todavía no dejaba en ningún burdel. Eso fue lo único bueno que tuvo mi embarazo de Verania. Todavía el domingo anterior al parto fuimos a jugar en la paja. De ahí me llevó a casa de mis papás porque empecé a sentir que Verania salía”(50-51).
En todo el transcurso del tiempo de casada, Catalina sigue teniendo amantes por temporadas, el mismo Andrés Ascencio, sabe de sobras las infidelidades de su mujer y ya cuando está enfermo y luego de que ella le ha elaborado un discurso le dice: “-No me equivoqué contigo, eres lista como tú sola, pareces hombre, por eso te perdono que andes de libertina. Contigo sí me chingué. Eres mi mejor vieja, y mi mejor viejo, cabrona” (357).
Así, Catalina es un personaje complejo, era alguien muy diferente cuando comenzó la novela, era una niña de quince años que se casó con Andrés y creía todo lo que él le decía, pero llegó a su propio descubrimiento y a recibir la realidad por medio de ella y no de lo que él le decía. La personaje de Angeles Mastretta viene a cumplir aquello de que nos habla Lutes de que “para tener una forma femenina de Bildungsroman, hay que crear protagonistas mujeres adecuadamente fuertes como para poder mantener el nivel de tensión necesario.” (68). Catalina se le podía enfrentar a Andrés, él la podía percibir como ‘hombre’, cuestionaba el por qué ella tenía que usar el apellido de su esposo con el ‘de’ y por qué él no.
En el cuento de Buitrago, Mammy deja el oficio[3], Mammy no piensa ni por un instante en el suicidio, ni denota alguna forma de locura. No opta por la infidelidad como Catalina de Arráncame la vida, sino algo más allá. La salida que sí encuentra al no ser aceptada por la sociedad que la circunda y su familia, por su ‘gusto cursi’ y sus vestimentas estrafalarias. Posteriormente al enterarse lo que pensaban sus hijas y su marido de ella, y estar desconcertada, que después de tantos años sólo hasta ahora estas discrepancias las notara y se las dijeran, entonces, reflexiona:
“En ese momento me convencí de quién era yo verdaderamente. Una señora gorda, frescachona, pintorreteada, embutida en un sastre de color violento que la hacía parecer más jamona y más cursi de lo que era en realidad. Me detuve a pensar en dónde podría destacarme con una figura así. Sin pensarlo más hice mis maletas, cancelé mi cuenta en el banco y me planté por aquí. Jamás me pudo ir mejor. Cuando una descubre para qué sirve, lo mejor es oír el llamado de su vocación, y no quedarse como polla en un corral de patos” (187)
La única frustración de la que se habla, era cuando su padre, un viejo general, le quito todas las manifestaciones de sus gustos, porque consideraba que no eran apropiados para una muchacha de su clase. Sin embargo, la narración no se expande en este punto, es pasado rápidamente como sino hubiera tenido tanto impacto sobre Mammy. Y de hecho, cuando se entera que entre sus hijas y su esposo pretenden quitarle la libertad para decorar su casa, vestirse y hasta, para hablar, entonces, decide marchar inmediatamente. Sin remordimientos, con tristeza sí, pero con entereza al saber que ha decidido de acuerdo a lo que ella era realmente.
En el cuento Salino de los amantes, Buitrago muestra a una pitonisa que está segura de lo que quiere. Una mujer que le va a consultar y también tiene claro que no está de acuerdo con lo que le dice la sacerdotisa. Y que a pesar de todas las desdichas que le muestra con el hombre que quiere retener, Lorenzo, sigue firme en creer que María Lionza sí la puede ayudar. Quiere estar con él, aun cuando, ella diga: “No me importa que en la calle tenga ínfulas de vivo y seductor y sea el mimado de las turistas… Es el bello del paseo, un premio de excursión, con derecho a sueldo y prestaciones. Me imagino que de cama en cama” (61-62).
A pesar de que la adivina le dice a la consultante que Lorenzo está casado, tiene hijos, es un jugador con vicio en las apuestas, le ha quitado plata, tiene una tercera mujer; ella se empecina todavía más en continuar con Lorenzo. Y ya comienza a enfadarse por todo lo negativo que le cuenta la sacerdotisa, y reniega por haber ido allí, ya que es católica y no debería estar en ese lugar.
Aquí ya comienzan a aparecer los conflictos entre sus creencias religiosas y el consultar una adivina. Sin que realmente este aspecto afecte la historia, sino más bien los malos presagios que le indica la adivina. Pero sigue constante en su determinación de continuar con Lorenzo. Decisión que podría ir en contra de lo que podría desear una mujer que tiene dinero, una posición económica alta en la isla donde viven, y de tradición de altos cargos en el poder y la política, de hecho, ella es la directora de la Oficina de Turismo. No le importa, lo que diga la sociedad, ni siquiera lo menciona. Tampoco le importa que Lorenzo no haya terminado el bachillerato. Lo que da a entendernos, que no atiende a las reglas sociales que marcan ciertos límites en cuanto a las mezclas entre parejas.
La mayor parte del cuento son diálogos entre la visitante y la sacerdotisa, sus nombres nunca los conocemos. Y Fanny Buitrago, sí logra aquello que poner a hablar a las personas de nuestra sociedad, con sus tonos, a escucharlos aun cuando los estemos leyendo. Son diálogos embrujadores, que marcan la obsesión de estas dos mujeres en retener un hombre. Y a su vez, son un reflejo de ese medio social y real que Buitrago nos quiere mostrar por medio de su escritura. Dos mujeres que saben cómo es ese hombre, y sin embargo, la testarudez las hace mantenerse enfrascadas en mantenerlo a su lado. La pitonisa nos asevera: “Nadie va a robarme a mi hombre… Si es necesario lo mantengo, y me lo aguanto o lo mato” (68).
La consultante, en un momento de rabia sí asegura que podrá destruirlo, como él quiera casarse con la tercera mujer, Sonia Casal: “… porque ese tipo no volverá a conseguir trabajo, lo haré sacar del archipiélago. Total no es de cuna isleña, ni descendiente de antiguo pañamán, sino de esa gente llegada a la hora de la nona” (67).
El final del cuento nos sorprende y nos dibuja una sonrisa: La sacerdotisa es la esposa de Lorenzo. A pesar de estas claridades mentales, y de que las dos saben que tienen a un hombre que es infiel y que nunca será únicamente para ellas, quieren permanecer con él a toda costa. Y a la pitonisa ya hace tiempo dejó de incomodarle los otros romances que él tuviera con otras. Son mujeres que saben lo que quieren y no muestran conflicto con la sociedad donde se mueven.
Lo anterior podría mirarse en dos sentidos totalmente contrarios: por un lado, par la teoría del Bildungsroman significaría mujeres que no entran en conflictos entre su yo y la sociedad; y por el otro, que Fanny refleja una parte de la sociedad caribeña, donde algunas mujeres son capaces de pelearse entre sí por un hombre, y éste a su vez, está con varias mujeres al mismo tiempo: “Está loca por él y decidida a conquistarle. ¿Qué se ha creído? Primero le saco el hígado” (65).
La comparación entre el cuento Mammy deja el oficio y Salino de los amantes, genera una construcción del personaje de Mammy en evolución, un conflicto con el ambiente circundante, y sus decisiones propias para llevar la vida que quiere. En Salino de los amantes, la pitonisa no logra una evolución, su decisión de continuar con Lorenzo a toda costa, se reafirma hasta el final de la narración. Para la consultante sí hay un conflicto con lo que dice la sacerdotisa y lo que ella conoce o cree de Lorenzo, y en un inicio si quería seguir con él, después de todo lo que escuchó en ese consultorio, refleja la venganza que podría realizar si él se ha burlado de ella. Y Fanny Buitrago sólo en estos dos cuentos ya ha cumplido una parte de su propósito: “Para mí ser escritora es ser muchas gentes, de todas las layas e intentar un imposible fresco de la Colombia actual”.

BIBLIOGRAFIA
BUITRAGO, Fanny. La otra gente. Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1973.
BUITRAGO, Fanny. La vida te despeina: historias de mujeres en busca de la felicidad. Bogotá: Editorial Planeta, 2006.
JARAMILLO, María Mercedes; ROBLEDO, Angela I. y RODRÍGUEZ-ARENAS, Flor María. ¿Y las mujeres? Ensayos sobre literatura colombiana. Medellín: Universidad de Antioquia, 1991.
LUTES, Leasa Y. Aproximaciones teóricas al concepto del "Bildungsroman" femenino. New York: Peter Lang Publishing, 2000.
MASTRETTA, Ángeles. Arráncame la vida. Madrid: Santillana Ediciones, 2001.
RIVERA GARZA, Cristina. Nadie me verá llorar. Barcelona: Tusquets Editores, 2003
[1] Tomado de María Mercedes Jaramillo en ¿Y las mujeres? Ensayos sobre literatura colombiana. Citada por Azriel Bibliowicz y Rodrigo Parra Sandoval en “La literatura no es un hipopótamo”. El Espectador [Magazín Dominical] 17 (10 de julio, 1983):12.
[2] LUTES, Leasa Y. Aproximaciones teóricas al concepto del "Bildungsroman" femenino. New York: Peter Lang Publishing, 2000.
[3] Reunido en el libro La otra gente y publicado por el Instituto Colombiano de Cultura, en 1973 cuando Fanny Buitrago contaba con ….años. Es de anotar, que Buitrago publicó su primera novela, ….. , cuando contaba con sólo 18 años

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