lunes, 29 de junio de 2009

Opinión

Claudio Anaya Lizarazo

EL ESCRITOR Y LA POLÍTICA


Oí hace algunas semanas la declaración del Episcopado colombiano con respecto a la conveniencia o incoveniencia de una segunda reelección o tercer periodo del gobierno del presidente Uribe. Ellos fijaron su posición, la de ese momento, y que fue conocida por buena parte de los colombianos a través de los medios de comunicación. No me interesa comentar acá cuál fue su criterio al respecto, pero sí me interesa reflexionar sobre un punto de su declaración, más que un punto, una actitud que me parece histórica, pues yo nunca había visto una actitud de semejante carácter en el Clero colombiano. A través de uno de sus portavoces expresaban que los actos de los seres humanos en cuanto son integrantes de una sociedad, son políticos. Y que ellos, el Clero colombiano, al expresar sus argumentos se internaban en el terreno de lo social-político, pero no en el terreno de la política partidista. Declaración que en nada afecta los dogmas de la religión, porque no fue desde la liturgia desde donde se hicieron estas declaraciones. Debo confesar que estas ideas en el Clero colombiano, me impactaron y me hicieron pensar en muchas cosas. Primero que todo en ese viejo debate del compromiso del artista o el intelectual en el proceso de transformación de la sociedad. Viejo debate ya olvidado y que tuvo vigencia de los años sesenta a mediados de los ochenta, aproximadamente, y que de ahí hacia acá casi nadie ha dicho ni pío al respecto. Y el intelectual que era visto con desconfianza por el poder, practicamente desapareció de los escenarios públicos (con algunas excepciones gracias a los dioses) y fueron reemplazados por una granizada de artistas lacayos, burocratizados por una Ley de Cultura que acabó por pauperizarlos en muchos aspectos.
Aunque en el fondo no sea precisamente así, es la visión global del asunto. Es muy posible que haya una gruesa capa de escritores con una visión extructurada y madura del momento histórico que atraviesa nuestra sociedad. Sabemos ya que para todos los regímenes, y más, tratándose del actual, todo lo que huela a libre pensamiento e imaginación es antipatriótico, luego, aunque muchos militen en el criterio de que “el arte es una cosa y la política es otra” si se apartan de los progamas o la ideología oficial, serán tomados en el menos peor de los casos como opositores, y ya sabemos que todo lo que sea oposición en cualquier momento puede ser tildado de subversivo. Un escritor puede resguardar su obra de la propaganda política y a su vez, ser un activista de proyectos creadores de conciencia y liberadores de la sociedad; es más, la buena literatura está al servicio de esta causa.
En una sociedad tan polarizada como la colombiana, tiene total vigencia ese otro criterio de que todo lo que uno hace es político, hasta el punto de que se ha llegado a afirmar con mucha razón que “todos somos parte del conflicto” y en realidad todos tenemos el deber de contribuir desde nuestro paisaje de arraigo y nuestra ubicación social, a la búsqueda de una solución. Considero que el escritor tiene un papel fundamental en este aspecto, debido a sus lecturas acumuladas y su ejercicio diario con el lenguaje escrito y hablado, que pueden llegar a ubicarlo tal vez como el principal factor en la conformación de una conciencia humanística, social y ecológica, en la definición de un perfil cultural, y en la decantación de una opinión pública, tan necesaria en estos momentos de totalitarismo, rebaños y encuestas. Siempre hemos vivido en el reino de la fe, donde se ha despreciado y atacado la diferencia y lo divergente. Y para lograr esa conciencia, ese perfil y esa opinión, el primer peldaño es el ejercicio de la crítica. Una sociedad que no tenga en cuenta ese segundo momento de una obra, ese desplazamiento de la obra en el lector o espectador, es una sociedad morbosa y, limitada, pues sólo tiene capacidad para expresar que algo le gusta o no, o que le parece bonito o feo. Pero menciono la crítica haciendo la claridad de que una cosa es la crítica y otra cosa es el canibalismo. Éste último sólo sirve como corrosivo o disolvente y su finalidad siempre estará al servicio de elementales y mezquinas pasiones o intereses humanos, en tanto que el sano ejercicio de la crítica sirve para que un pueblo aprenda a mirarse a sí mismo, adquiera elementos de juicio que redundarán en el desarrollo de una autocrítica, se reconozca en las obras de sus creadores, por ejemplo los escritores, y que en palabras de Alfonso Reyes “el fin de la creación literaria no es provovar la exégesis, sino iluminar el corazón de los hombres, de todos los hombres, en lo que tienen de meramente humanos, y no en lo que tienen de especialistas en esta o la otra disciplina. Y la crítica impresionista no es más que el reflejo de esta iluminación cordial; no es más que la respuesta humana, auténtica y legítima, ante el poema”.
Pero, se preguntarán algunos de ustedes ¿qué tiene que ver la crítica con la política?... La crítica trasciende los ámbitos de lo académico, lo artístico o lo literario, para pasar a la esfera universal de la cultura. Mi vision personal o mi concepto es el de que la crítica es ante todo una actitud y una capacidad humana, capacidad de reflexionar y de decir, síntesis de una experiencia vital que hace acopio de todo un cúmulo de conocimientos y sucesos, al formular un discurso que nos enriquece por cuanto nos quita de los ojos esas ultimas gazas de ingenuidad y contribuye a transformar nuestra visión del alma humana y de la sociedad; por este camino tenemos la posibilidad de construir sociedades más justas, podemos estudiar y entender los problemas que nos afectan, podemos disfrutar en otros niveles de complejidad nuestros ideales y hechos estéticos, al fin y al cabo quien ama el arte ama la vida, y quien ama la vida ama el arte; y como dijo el filósofo Ciorán: “El diletante es quien menos sed de sangre tiene”.
Esta capacidad humana de reflexionar y diferir está en la base de todas las actividades humanas, está en la base de la condición humana que mira a su alrededor para responder al medio y construir la cultura. Las comunidades humanas siempre estarán formadas por diferentes grupos que luchan entre sí. De esta práctica surge el pensamiento inconforme, el deseo de entender las razones que nos expliquen el estado actual de las cosas; de la observación crítica se originan todas las disciplinas humanísticas y las ciencias, luego la crítica es el primer peldaño en la intensión de entender el medio en el que nos encontramos inmersos.
Un excelente ejemplo de escritor crítico y comprometido con la sociedad de su tiempo es el checoslovaco Franz Kafka, considerado como el símbolo de la persecución política de los regímenes represivos del Siglo XX, e inclusive de lo que va transcurrido del Siglo XXI. Sus novelas y relatos, retratan las atmósferas opresivas y surreales de la Alemania de la primera posguerra, derrotada, empobrecida, y pagando un alto tributo económico a los vencedores, pero una Alemania con un gobierno vertical y totalitario,en cuyo seno se daba una intrincada y denodada lucha de facciones políticas. Un mundo donde convivían el feudalismo y el capitalismo. Sus novelas y relatos son un fresco de un mundo de pesadilla, son la mueca en el espejo de unas instituciones deshumanizadoras y deformadoras, Kafka crea la metáfora de ese caos y una de sus grandes virtudes está en que puede dotarla de belleza, aunque sea una belleza patética. Nos dice Mijal Levi: “Sería extraño e incomprensible que las ideas políticas de Kafka no tuvieran influencia sobre sus escritos porque sustancialmente el estrato anarquista es uno de los signos centrales de sus grandes creaciones, cuentos, relatos y alegorías”. Su activismo político no lo alejó de la literatura; antes al contrario, y gracias a la conjugación de su criterio político y su visión estética de la vida, se dotó de los elementos necesarios para configurar, digerir y transformar esa realidad social anómala en el ámbito literario de lo kafkaniano, nuevo sentido que enriqueció el mundo de lo literario. Asunto que me hace recordar a Giovanni Papini cuando nos dice que el quijotismo existía mucho antes de Alfonso Quijano, pero que le correspondió a Cervantes moldear y cristalizar ese sentido de lo humano, enriqueciendo el arte literario y la cultura en general. Así, Kafka, precisamente su visión política de su tiempo fue lo que demarcó en él, el semblante y la fisonomía, la mueca entre surreal y expresionista de las atmósferas de sus escritos, que también nos recuerdan las pinturas de James Ensor y de Eduar Munch.
Cuando Henrry Miller escribió sus trópicos, lo hizo con la casi exclusiva intensión de escandalizar la gruesa e hipócrita nata del puritanismo en los Estados Unidos. Esa fue una toma de posición política y social, que pienso, contribuyó en buena parte a la transformación de sectores de esa sociedad. Toma de posición política, porque escribir y publicar es un acto público, y por este camino también se incide en la conformación de una mentalidad popular; se habla, se difunde el hábito de la lectura, se escribe y se publica, porque se desea compartir una visión del mundo y de la vida, y se desea también modificar o adaptar el mundo a condiciones más gratas.
Otros ejemplos abundan por cuanto el escritor trabaja con la realidad de su tiempo. Bueno otros trabajan con lo fantástico o con la historia como exploración de lo posible, o como lo expresó Pedro Gómez Valderrama en su conferencia de ingreso a la Academia Colombiana de Historia y cuyo título dice: “La novela como reconstrucción de ruinas históricas”.
Ahora bien, ejemplos claros de algunos escritores que resultaron adoptando posiciones políticas aunque no partidistas, muy a despecho suyo (aunque no escribieron panfleto, realismo socialista, y ni siquiera fueron corresponsables de los Samizdat) son Isaak Babel, Mijail Bulgakov y Osip Maldestap, entre otros. A quienes el régimen estalinista hizo desaparecer en campos de concentración, por considerar que las obras de estos autores, atentaban contra los lineamientos y preceptos del Estado.
En todos los países ejemplos hay para escoger, de manera que, como dice esa provocadora frase que es una de las máximas de este VII Parlamento de Escritores: “Si hablas, mueres; si no dices nada, mueres. Así pues, habla y muere”.
No puedo pasar por alto un principio que nos viene sobre todo por condición natural, y por factores sociales e históricos derivados del enciclopedismo y la revolución francesa, como es el principio de libertad que encarna la ciudadanía. A grandes rasgos, estamos en igualdad de condiciones ante la Ley pero no en igualdad de circunstancias. Muchas son las críticas a todos los sistemas políticos del mundo, e inclusive a las religiones, que fueron históricamente estratos intermedios de organización social, y que aún hoy, detentan un fuerte poder económico y de conciencia a nivel universal. La humanidad siempre se ha dividido en tres sectores: los poderosos, los rebeldes y los pusilánimes, estos últimos asumen las características del barro elemental del cual se proveen los grupos en conflicto. El poder es una carrera de relevos guiada por el azar. La transmutación y la transmigración de las cosas en el tiempo y en la conciencia es un fenómeno que fascina. Las ideas que pasan o sobreviven de generación en generación como en una carrera de relevos, conmueven (sin faltar los episodios de traición) por los ideales de lealtad y filiación entre los hombres. Aún hoy, se padece esa maldición de la dualidad: está con nosotros o contra nosotros.
De ahí la urgente necesidad de que los escritores hagan un trabajo civilizatorio, adquiriendo primero que todo el compromiso y la pasión por el oficio. Siempre en la actitud de explorar en la quintaescencia de la comunidad que por motivos de tecnología, mercadotecnia y política, puede decirse que dejó de producir la cultura, convirtiéndose en una masa consumidora de una tecnología y una cultura material, y cuyos fines y expectativas no rebasan el plano de lo económico. Compromiso y pasión por el oficio para contribuir a evitar la abdicación espirítual de la humanidad. Ante un panorama como el de la clonación de seres humanos, el calentamiento global y todos los trastornos ecológicos y climáticos, incluida la deforestación y el aumento en el nivel de las aguas de los océanos, cabe la rotunda pregunta de ¿qué están haciendo los escritores en nuestro país, para evitarlo?
Ante el panorama político colombiano y su marcha hacia un régimen totalitario y dictatorial, con la consecuente muerte de las instituciones democraticas, y la traquetización de nuestra cultura, pocos son los escritores que han asumido posiciones claras e iluminadoras para la comunidad. ¿Qué clase de mundo y cúal testimonio vamos a dejar para las generaciones futuras? Pocos de nuestros escritores importantes han corrido el riesgo de asumir una posición crítica al respecto, y nuestras dos máximas figuras literarias siguen en México.
De manera que, no veo cómo puede un escritor deslindar su vida y su obra en dos parcelas si no antagónicas, nunca confluentes. Ni siquiera en los extremos casos de literatura fantástica o evasiva, puede el autor romper rotundamente con la época que le correspondió vivir, pues los rastros de lo humano, lo social, lo tecnológico, además de constituir parte importante de su personalidad y su discurso, se filtrarán en sus textos contribuyendo a conformar ese iceberg que sostiene lo que todo el mundo a primera vista ve, según lo expresará de otra forma el veterano narrador Ernest Hemingway.
Si los textos de los escritores no sirven para iluminar, así sea con débiles parpadeos de luz la conciencia de la comunidad, ¿se escribirá entonces sólo para la evasión, la información, la técnica? Desde que el hombre dio el paso de la horda a las primeras formas de comunidad primitiva, nada escapa al ámbito de lo político, pues desde entonces lo que guía a la sociedad es la voluntad de poder.
¿Dejaremos que todo se acabe? Y mientras eso suceda, ¿nuestros escritos serán los cantos plañideros de heroínas mafiosas que cimentarán la cultura del “quítese o lo quito”? ¿Permitirán los escritores que los guionistas de paraísos para televisión sigan masajeando la mentalidad popular, para predisponerla a aceptar que el mundo es sólo una feria de vacuidades?, porque ellos no tienen objetivos humanísticos o culturales, pero sí cumplen con los trabajos encargado.

1 comentario:

Clari dijo...

cuando decidi viajar a Colombia, compre un momton de libros de el para entretenerme en el avion. es un gran artista con una narración muy poco comun y atrapante