domingo, 28 de junio de 2009

Ensayo

Oscar Blanco Mejía
Con sangre también se escribe
El Diario de María Martínez de Nisser (1840-1841)


De todo lo escrito yo amo sólo aquello que alguien escribe con su propia sangre.
Escribe con tú sangre; y te darás cuenta de que la sangre es espíritu.
“Del leer y escribir” En: Friedrich Nietzsche. Así habló Zaratustra



Nietzsche invitaba a sus lectores a escribir con sangre, solo vale aquello que con sangre se escribe, y se escribe con ella para ser aprendido de memoria porque es la vida misma. Valoramos lo que cuesta sangre, lo que se ha escrito sobrepasando las penalidades y dificultades de la vida, por eso hay escritos teñidos de rojo, más aún, cuando 1840-1841 o el mismo acto de escribir se sobrepone a la muerte, que es lo que sucede cuando la vida de los hombres y las mujeres se ven de una u otra manera afectados por la guerra. Tal es el caso de María Martínez de Nisser, antioqueña de alta alcurnia, que nació en 1812 y murió en Medellín en 1872.
“Doña Marucha” como le decían con afecto sus contemporáneos[1] fue una mujer de carácter y decisión que combatió en la batalla de Salamina durante la Guerra de los Supremos (1839-1842). Basada en esta vivencia, adelantó un diario donde consignó sus experiencias, dudas y temores relacionados con su participación bélica. Su Diario de los sucesos de la Revolución en la Provincia de Antioquía en los años de 1840-1841[2], fue publicado el 2 de enero de 1843 con un amplio reconocimiento de las autoridades, y constituye una importante fuente para conocer las intimidades políticas de una mujer especial frente a los hechos políticos de su época. Pero antes de emprender su examen debemos entender la guerra.
Por la destrucción de vidas y bienes materiales la guerra siempre nos causará horror y profundo rechazo, a pesar de todo esconde unos fines politicos bien planeados. Según Klausewitz, la guerra es un verdadero instrumento político, una continuación de las relaciones políticas, una gestión de las mismas por otros medios. En otras palabras, la guerra no es sino la continuación de las transacciones políticas, llevando consigo la mezcla de otros medios.[3] El sociólogo Charles Tilly[4] incluso asocia a la guerra con la construcción de los Estados Modernos de Europa. Aunque fueron nefastas para la economía de estos países, porque destruyeron infraestructura y arrancaron la vida de muchos hombres y mujeres, paradójicamente, dio inicio a la organización de los primeros Estados nacionales, al reordenamiento legal y la aparición de una conciencia nacional producto de la pugna entre los bandos enfrentados en el universo político. Por lo tanto, la guerra es paradójica, destruye la vida y los bienes pero también crea nuevas instituciones y relaciones sociales. Incluso en “vientos de guerra”, los roles tradicionales de género se ven reacomodados, negociados, trastocados, como el caso de María Martínez de Nisser, pero no fue la única fémina que tomó las armas en el siglo XIX ni sería la última.
Llama la atención en la señora María la doble faceta que asume: la de la guerrera y la escritora, juntas estas dos actividades llegan a estar íntimamente interrelacionadas. Hay por lo tanto, una estrecha relación con la escritura y con la mujer que se enfrenta a una experiencia límite cuyo recuerdo traumático queda fijo en el escrito, y también exorcizado, y registrado para la memoria permitido por el género literario empleado, como es el diario. [5]
“Marucha”: entre el amor y la guerra
María Martínez de Nisser, “marucha”, ha llamado la atención de los literatos y eruditos. Manuel Pombo consignó su encuentro con la dama en 1852 y desde el siglo XIX encarnó a una de las figuras femeninas más controvertidas y discutidas de su época[6]. Nació en Sonsón (Antioquía) el 6 de diciembre de 1812. Hija de Pedro Martínez, maestro de escuela, y doña Paula Arango. Según Joaquín Ospina, creció en medio de los recuerdos de la generación de la Independencia, y recibió una esmerada educación, muy superior a la media de la población ya que dominó el inglés y el francés. Profesora de escuela primaria en su ciudad natal, se casó el 29 de agosto de 1831 con Pedro Nisser, ciudadano sueco y explorador de oro que llegó a Colombia en 1824 buscando fortuna Tras el fracaso de su empresa minera se dedicó a las ciencias naturales, a la medicina y la cartografía, y murió en Jamaica en 1875.
En 1840 la Guerra de los Supremos (1839-1842), interrumpe la tranquila vida de Sonsón, liderada entre otros por el caudillo antioqueño Salvador Córdova, quien desconoció el gobierno ministerial de José Ignacio de Márquez y se alzó en armas. Desde inicios del conflicto, María Martínez y su parentela abrazan la causa del gobierno constitucional, su esposo auxilió al gobierno, prestando servicios como topógrafo, posta y médico[7] y sus hermanos combatieron en la batalla de Salamina. Al igual que los hombres, María tomó partido en las discusiones políticas, enfrentando los preceptos sociales de su época que separaban y delimitaban el espacio privado exclusivo para la mujer y el espacio público, el de la política, como una actividad exclusiva de los varones. A primera vista, la separación entre lo público y privado no es aplicable para esta escritora y soldado.
Fue la dinámica bélica la que decidió una participación más comprometida en el conflicto político. Aunque con anticipación le había solicitado permiso a su esposo para marchar juntos al campo de batalla, en abril de 1841, todo cambia cuando Pedro Nisser es capturado por los rebeldes en Rionegro mientras auxiliaba al gobierno. Este hecho precipita su decisión de marchar al frente de batalla. Aduciendo razones patrióticas y en defensa de su propia causa consiguió no sin dificultades, sobreponerse a la autoridad de su padre y sus hermanos, quienes finalmente aceptan su compañía en el frente de batalla.
Marcha a la guerra, allí se encarga de limpiar fusiles y atender heridos, pero su necedad la lleva a empuñar las armas en Salamina, (Antioquía) el 5 de mayo de 1841, donde sus copartidarios vencieron la causa rebelde. A los pocos días del suceso, se reencuentra con su esposo y su vida familiar vuelve a la normalidad. Su acción bélica fue reconocida como heroica por el Congreso de la República con la ley 17 de 1841[8]. Apenas concluida la guerra, el Diario fue publicado en 1843 en Bogotá por la Imprenta de Benito Gaitán, con una dedicatoria al Congreso en señal de agradecimiento y también como un ejemplo de sometimiento a las instituciones nacionales que los rebeldes habían intentado socavar.
A los honorables senadores i representantes del Congreso Constitucional de 1843.
Señores:
A vosotros, hijos predilectos de mi patria, en cuya sabiduría i experiencia descansa la esperanza del pueblo granadino. Á vosotros que os habeis reunidos con el sagrado objeto de cicatrizar las heridas políticas, consolidando el respeto i la inviolabilidad de la constitucion ultrajada: á vosotros tengo la honra de dedicar las siguientes páginas que encierran una breve narración de los acontecimientos de la provincia de Antioquia, acaecidos durante la revolución. [9]
En 1852 en su recorrido por Salamina, Manuel Pombo la describió como una mujer de treinta y seis años, inteligente, de conversación viva, educada, de buen cuerpo, tez perlina, cabellos, cejas y ojos negros y brillantes. Conversando con ella agrega:
Ha sido usted vaciada en el molde de Judith, Juana de Arco o Carlota Corday.”
Ella me dejo sin respuesta, replicándome:
“aceptando la galantería de usted, mas me gustaría haberlo sido en el de Policarpa Salavarrieta”[10]
“Marucha” no dudo de su patriotismo, siguiendo el ejemplo de otras mujeres que la antecedieron y que se ganaron un puesto en el panteón de los héroes nacionales, entre ellas Policarpa, lo que indica que María Martínez no fue la primera ni la última mujer en tomar las armas.

Mujer y guerra en el siglo XIX.
La crisis del orden colonial y la Independencia abrieron un campo importante para la participación femenina. Según Aída Martínez en el Socorro y poblaciones colindantes durante la revolución comunera de 1781, mujeres como Manuela Beltrán lideraron los motines, insultaron a las autoridades, saquearon los estancos y derramaron las botijas de aguardiente. Durante la Independencia, algunos generales estimularon y ensalzaron a las mujeres para que entregaran sus recursos económicos y joyas a la causa, a otras les permitieron ir con las tropas sin más armas que piedras y garrotes. Incluso toleraron algunas amazonas que vestidas como hombres formaron sus filas. [11] El numero de las mujeres en las milicias era tan alto y era una práctica tan común que para 1819 el ejercito del general Santander prohibía su presencia: “[…] no marchará en la división mujer alguna bajo la pena de cincuenta palos a la que se encuentre; si algún oficial contraviniese a esta orden será notificado con severidad y castigado severamente el sargento, cabo o soldado que no la cumpla”. [12]Alonso Valencia Llano subraya la incorporación de las mujeres en la acción política favorecida por esta coyuntura.
(…) Podemos decir que la independencia fue un período de primordial importancia para las mujeres caucanas, pues les permitió no sólo consolidar sus actividades públicas que hemos mencionado, sino que las obligó a participar en actividades políticas y militares de las cuales habían estado excluidas. Y lo que es igualmente importante: amplió el número de mujeres que vieron rota su cotidianidad y se vieron obligadas a desarrollar actividades que antes eran monopolizadas por los hombres. [13]
Aunque María Martínez fue una mujer letrada y de la elite de Sonsón, existieron mujeres de clase más humilde que también llevaron un diario de los sucesos políticos más importantes, como Sofía Durán, de Suaita (Santander) una sencilla modista descendiente de una familia vendedora de dulces, que había adquirido su máquina de coser a plazos. En su diario se identificó como liberal frente a sus enemigos, los conservadores, registró las guerras civiles y los desastres liberales de finales del siglo XIX, anotando los nombres propios de los caídos y fallecidos. Dejó registrado la muerte de grandes figuras de la política nacional: Rafael Núñez, Carlos Holguín, Aquileo Parra, entre otros hechos. [14]
Debemos señalar que por años la guerra se ha considerado una actividad reservada a lo masculino, y la participación de la mujer en ella no deja de ser un mito, incluso dentro la cultura popular, la aparición de las mujeres soldado fue considerada como algo anormal, visto como una ofensa a la razón y al orden natural, criterios reproducidos en la historia militar tradicional, que acuñó términos despectivos para estas mujeres como soldadera, juanas, adelitas, cantineras. No obstante, estas imágenes míticas contrastan con la realidad histórica que hemos observado, la guerra aparece desde la misma antigüedad como una experiencia común a ambos géneros, y sus roles son social e históricamente construidos. Su papel como cocineras, lavanderas y otras funciones importantes en la logística, vienen a ser relevantes en una época donde no se habían desarrollado ni profesionalizado las distintas profesiones militares. Solo hasta el siglo XX las mujeres serán suplantadas por los modernos servicios clínicos, los técnicos en comunicaciones, operadores telefónicos, digitadores y especialistas en transporte ferroviario. También hay que subrayar la participación directa de la mujer en el combate. La más obvia y común estuvo motivada con el desarrollo de situaciones críticas: asedios de ciudades por ejércitos enemigos, invasiones y ataques repentinos y emboscadas que pusieron a las féminas en la delicada situación de luchar o morir; [15] sin contar que son vulnerables a violencia sexual en tiempos de conflicto. No obstante, la directa participación de la mujer en la guerra fue más bien el reflejo de circunstancias o condiciones personales excepcionales. Solo en el siglo XX, con las demandas de democratización y las movilizaciones feministas, la mujer pudo conquistar espacios sociales que antes le eran vedados por un modelo femenino mariano y patriarcal.
Dicho modelo se centró en las imágenes de madre, esposa, ser caritativo, hija, hermana, novia; con sus correspondientes virtudes y la Virgen María como ejemplo de piedad religiosa, modelo reservado al espacio privado. A su lado y separado, emergía la esfera pública de la sociedad; la de la política destinada a los varones, de ahí que José María Samper haya rechazado la participación femenina en la política y las elecciones. Lo privado significa ante todo el reino de la necesidad donde se realizan los trabajos de mantenimiento y sobrevivencia del individuo y representa en todo caso, el estado prepolítico. En la mujer lo privado no sale nunca del ámbito de lo doméstico, cumple el papel de reproducir las condiciones necesarias para dar al varón su entrada en lo público[16]; ella atiende al marido, se hace cargo de los hijos, y defiende a toda costa el honor.

La escritura como acto transgresor

Según Marta Robles, existen cuatro maneras de escribir la vida de una mujer: la que ella misma se decide a contar y llamar autobiografía, otra es la selección anecdótica o de sucesos que fabulados en ocasiones, pueden definirse como ficción, la tercera corresponde a la biografía realizada, indistintamente, por un hombre o una mujer sobre un personaje femenino real; y por último, la mujer puede escribir su vida al paso de los días y de las páginas de manera casi inconsciente, a través de las páginas del diario: género literario que en ocasiones se vuelve arma de dos filos contra su autora por denunciar los tránsitos inconfesables de su vida. Los pasajes del diario van rasgando el papel como pequeños surcos de la memoria y acaban por calar en la propia individualidad y por desnudar la hebra imperceptible del espíritu. En el caso de Virginia Wolf, esta más que probado que cuando una escritora asume a plenitud el sentido de la palabra, su vida se vuelve un incesante camino de la transgresión, inclusive a su pesar, pues solo la palabra es capaz de sacudir la propia razón de ser y plantear ante los demás, de una vez para siempre, la posición individual del mundo, una posición que pronto salta de la intimidad hasta la página escrita y se vuelve denuncia, revelación, y acto de rebeldía por el hecho de publicarse y de poder pensarse y escribirse. [17]
En María Martínez, la rebeldía empieza en abril de 1841, el mes de la transgresión. La captura de su amado sumada a la incertidumbre de la guerra, predispone a la escritora para empuñar las armas, en defensa de la libertad “[…] este bien inestimable de la naturaleza i de la sociedad, es una prerrogativa que se debe considerar recobrar á cualesquiera precio que sea, sin omitir sacrificio alguno; i no hai vida que yo no espusiera, por ver restablecido el órden público, i levantados altares á al constitucion.”[18] Pero primero debe anteponerse al dictamen de su familia.
Mi familia se opone á que yo tome las armas, i para contentarme me suplique que aguarde á que venga Nisser, i que al lado de él no tendrá tanto cuidado. Temo mucho que mi esposo esté ya preso, pues de no estarlo, debe llegar mañana, i entonces tendré la gloria de llenar los deseos de mi corazón, i de cumplir las promesas que tengo hechas desde un principio, de contribuir en alguna manera al bien de la patria; pues en compañía de él, saldré con los que marchen á batir á Vezga. [19]
Confirmada la prisión de Pedro Nisser, el 19 de abril se bate entre la ternura y el bien público, es decir, entre el mundo doméstico y privado o la esfera pública reservada a los hombres. “No se que partido tomar en este momento que será la una de la mañana. Mi ternura me aconseja que vaya a Rionegro á acompañarlo en su prisión, pues mi presencia sé la hará más llevadera; más el bien público en general, me dice que no; por que allí ¿ de que utilidad puede ser para mi patria o mi esposo? […]”.[20] El 20 de abril, resuelve partir a la guerra, pero no puede emprender esta acción sin el consentimiento de los suyos. Su decisión esta condicionada, su libertad no es abstracta.
Mi viaje estaba ya resuelto, i queriendo consultar este para con alguna persona sensata antes de solicitar el consentimiento de mi familia, me dirijí á un sujeto de juicio que me dijo: “me // parece una accion demasiado heroica, pero peligrosa.” Yo solo quiero saber si perjudicará á mi honor, le interrumpí, porque eso será capaz de contenerme; á lo que me contestó: deshonroso no es, sino al contrario, una accion virtuosa; pero U. debe hacer lo que su padre diga. Fui á la casa de mi padre i dirijiéndome primero á mi madre le dije: que esperaba de ella se interesase con mi padre, á fin de que me diera su consentimiento. Vi con placer que á ella no le desagradaba mi viaje, solamente se limitó á hacerme presente el delicado estado de mi salud. Volví un momento despues á saber cual había sido el parecer de mi padre, i con el mayor sentimiento supe que se había opuesto abiertamente, diciendo que mi juicio en el estado de debilidad en que se encontraba á consecuencia de mis largos padecimientos i enfermedad, no podría resistir las fatigas de una campaña, i menos en un tiempo tan lluvioso. Entonces me valí de uno de sus amigos patriota exaltado, i este logró desvanecer sus temores. Ahora que serán las doce de la noche, he concluido mi blusa i me le he medido, i una de mis hermanas que creía hasta ahora que todo era una chanza ha llorado mucho al verme cortar el pelo i ponerme en traje de hombre [21]
Por mas patriotismo, su acción esta constreñida a los valores y las jerarquías de la sociedad. Una mujer sola rodeada de hombres sin la compañía de los suyos era una deshonra para su esposo y la vía más fácil para cuestionar su conducta sexual, aún más en medio de una tropa, un atentado abierto contra el pudor. Pide con urgencia autorización de su familia. El gesto transgresor se manifiesta cuando se despoja de los rasgos más preciados de su feminidad: el pelo y su delicada vestimenta, para lucir ante el espejo como un vulgar soldado ¿Cómo fue posible esto? Por dos razones: el amor a su esposo y a la patria,[22] que serán los motivos que justificarán su tergiversación de las normas.
La acción heroica se desarrollará en Salamina. María hasta ese momento ha auxiliado la tropa en temas de logística; limpieza de fusiles, secado de cartuchos, preparación de vendas, atención a los heridos, arreglo prendas de vestir. El 4 de mayo de 1841, el coronel Enao le comunica a la señora Nisser el inminente ataque del enemigo, y la necesidad de salvaguardarse del fuego.
“mucho ha hecho U, pues con su ejemplo ha estuciasmado á lo defensores de la lei, i debe estar persuadida, que antes moriremos todos que dejar abansar al enemigo: ni por un solo momento dudo del triunfo, i seria mui doloroso para mi i para todos, que por desgracia quedase muerta en el campo. Estoi persuadido de su valor u de su resignación; pero debe tener presente, que tiene un esposo i padres que la aman en su corazón; i que su patriotismo está suficientemente probado. U debe quedarse en el lugar, me repetía, i ayudar á mi Juan Antonio á cuidar de los heridos que debe haber; i á su cargo queda esta importante ocupación.” A todo esto respondí: que ni el comandante, ni ninguno de los valientes que había tenido el gusto de acompañar, debían figurarse ni por un instante, que mi resolución se limitaba á acompañarlos solamente en el paseo que habíamos hecho, con el fin de oponer nuestros esfuerzos, á los opresores de esta provincia.[23]
De nuevo María tiene que enfrentarse a la moral. Enao esconde su lanza pero “[…] Yo hice poco caso, persuadida de que ninguno se me podría oponer” [24] y entra en acción, primero arengando la tropa, luego, empuñando la lanza y el fusil. La descripción del campo la batalla es viva. Las balas silban en sus oídos, escucha el tronar del fuego enemigo, y la voz agitada de Enao, llamando a las bayonetas. “[…] A la una i media de la tarde oí el estruendo de una carga cerrada que al llegar á la quebrada de la Frisolera dieron los quinientos fusileros que traya el supremo: sonido extraño para mi, i no menos sorprendente; pues el éco de las cordilleras lejanas repetía esta voz aterradora que al momento fue contestada, por la primera emboscada con un sonido más débil.”[25] Sellada la victoria, observa el campo de batalla con colores dramáticos: “[…]Vi el campo lleno de muertos i heridos; i al oir los clamores, ayes i lamentos, me horrorisé i llené de pena contemplando esta dolorosa escena, i tanto mas me sentía conmovida, cuando reflexionaba que todo esto se debía á unos pocos ambiciosos ”[26].
Después de este acontecimiento, como un soldado más, participa en la fiesta triunfal de los vencedores. Enao desfila con su tropa y en Medellín ciñe una corona de laureles, el 14 de mayo de 1841 en una fiesta cívica en honor a los vencedores de Salamina.[27] Con estos últimos acontecimientos cierra su Diario, un testimonio de primera mano de una mujer que tomó partido por la guerra y aunque la pérdida de vidas humanas la conmueven, en ningún momento cuestiona la legitimidad de la misma, porque su guerra es justa. [28]
Para finalizar hay que preguntarnos si los actos transgresores de María Martínez son reales o aparentes. La respuesta depende del punto de vista que adoptemos. La transgresión es aparente si observamos el contexto histórico en el que vivieron y lucharon las mujeres soldado, ya que su papel en la logística fue indispensable para la buena marcha de los ejércitos. Incluso Marucha no fue la única mujer en la batalla de Salamina, Manuel Pombo cuenta que en sus correrías la acompañó la Srta. Dolores Macías,[29] y a pesar que en ninguna parte del Diario se la menciona, en un pasaje deja entrever que estaba bien acompañada. “[…] con mis compañeras, cuyo número se había aumentado, deseosas todas de ver al enemigo, nos colocamos en una línea recta á lo largo del filo de la loma; i como casi todas tenían pañuelones colorados, les dije: pueda ser que alguno de los enemigos nos vea, i nos tenga por una suerte reserva.”[30] Debido a que la guerra siempre ha golpeado la vida tanto de hombres como de mujeres, es difícil permanecer indiferente ante su dinámica. Encarna un periodo de crisis en el que el interés privado y la acción pública coinciden. En estas circunstancias, las noticias de la guerra corren en boca de todos, incluso las mujeres terminan opinando de política, y de una u otra manera se ven involucradas en la guerra.
Pero la transgresión es real si la relacionamos con el logocentrismo patriarcal[31] que invisibilizó la participación femenina en la guerra. Por tal motivo, la escritura oficial no registró su participación y por lo tanto no dejó huella en la historia, pero en el mejor de los casos su presencia fue menospreciada. Durante la Guerra de los Mil Días, (1899-1902) las fuerzas liberales en Santander llegaron a movilizar a 900 hombres, 200 mujeres y 1.200 bestias, aunque el porcentaje de la participación femenina alcanzó el 18% una cifra notoria, no sobra tener en cuenta que la contabilización de las mujeres se hacía junto con la de las bestias.[32]
Si la mujer no hace presencia en la guerra, no es que no haya participado en ella o haya permanecido ajena, fue porque no existieron las categorías apropiadas para asimilar su acción sin que implicara algo anormal y excepcional, un acto transgresor contra la naturaleza y la moral, donde incluso la Sra. de Nisser, la mujer soldado, tuvo que pedir autorización. La escritura de la Sra. María M. de Nisser al dejar un testimonio directo de su participación bélica, transgrede el ordenamiento de este logocentrismo ceñido a las estructuras y los valores sociales del momento. En esencia, el acto transgresor no reside en el rol de la amazona, sino en la práctica de la escritura, en la página escrita, que deja un importante testimonio del tránsito de una dama del espacio doméstico y privado al espacio público, el de las pasiones políticas, y así dejó una huella estampada en la cera de la memoria, siguiendo la célebre metáfora de Platón en el Teeteto. La escritura del Diario por si misma encarna una lucha, una batalla frente a la tendencia de invisibilidad de la mujer cuando transgredió aquellos espacios en teoría reservados a los varones. Ese es el valor de su lectura
[1] A principios del siglo XX todavía se le denominaba así, ver: OSPINA, Joaquín. Diccionario bibliográfico y biográfico de Colombia. Bogotá: Editorial Cromos, 1923, Tomo II, p. 660-661.
[2][2] MARTÍNEZ DE NISSER, María. Diario de los sucesos de la Revolución en la Provincia de Antioquía en los años de 1840-1841. Bogotá: Incunables, 1983, ed. facsimilar, 83p. Sigo la ortografía de la época.
[3] KLAUSEWITZ, Karl Von.” El arte de la estrategia de la guerra”. En: GIRALDO ISAZA, Fabio. (Comp.) Guerra y muerte. Bogotá: FICA, 2002, p. 14.
[4] TILLY, Charles. Coerción, capital y los Estados Europeos, 900—1990. Madrid: Alianza Editorial, 1992.
[5] El diario es una anotación de los sucesos, reales o no, que siguen una pauta regular, aunque no estrictamente diaria y forma parte de la literatura confidencial como la carta, la autobiografía o las memorias. Ver:LUNA, Verónica y NAVA, Nelisahuel. “Diario, memorias y crónica.” En: Correo del maestro, N.122, julio 2006, en linea: www.correodelmaestro.com/anteriores/2006/julio/anteaula122.htm
[6] Existen varios trabajos sobre María Martínez de Nisser, algunos son : POMBO, Manuel. De Medellín a Bogotá [1852]. Bogotá: Presidencia de la República/ Instituto Colombiano de Cultura, 1992, 174p. OSPINA, Joaquín. Diccionario biográfico y bibliográfico de Colombia. Bogotá: Editorial Águila, Tomo II, 1937, p. 660-661, MUJICA ELISA, María. “Mujeres de Antioquia. María Martínez de Nísser. Escritora y soldado.”En: Revista repertorio histórico. Academia antioqueña de Historia Vol. 33 N.235, 1980. PÉREZ SILVA, Vicente. (comp.) La autobiografía en la literatura Colombiana. Bogotá: Biblioteca familiar colombiana, 2004. ARISTIZÁBAL MONTES, Patricia. “Militancia y escritura en María Martínez de Nisser” En: Autobiografías de Mujeres. Manizales: Universidad de Caldas, 2004.
[7] “Marzo 7 de 1841” En: MARTÍNEZ DE NISSER, María, Ob.cit.,p. 33.
[8] “Art. 4º. A La señora María Martínez, como vencedora en Salamina, se le dará la medalla que corresponde a los jefes; y el poder ejecutivo al remitírsela, la manifestará cuánto se ha hecho acreedora a la admiración pública por su heroico y singular comportamiento.” OSPINA, Joaquín, ob. Cit.,tomo II, p. 662.
[9] MARTINEZ DE NISSER, María, ob.cit., p. 3.
[10] OSPINA, Joaquín, Ob. Cit., p. 661. POMBO, Manuel, Ob.cit.
[11] MARTÍNEZ CARREÑO, Aída. “Mujeres en pie de guerra.” En: SANCHEZ, Gonzalo; AGUILERA, Mario (Eds). Memoria de un país en guerra. Bogotá: Planeta/IEPRI.2001, p.196. Evelyn Cherpak también ha estudiado la participación femenina durante las guerras de Independencia. Ver: EVELYN, Cherpak. “Las mujeres en la independencia.” En: Las mujeres en la historia de Colombia. Tomo 1. mujeres, historia y política. Bogotá: Norma, marzo 1995, p. 83- 116.
[12] MARTINEZ CARREÑO, Aída. Ob.Cit., p.197.
[13] LLANO VALENCIA, Alonso. Mujeres caucanas y sociedad republicana. Cali: Universidad del Valle, p. 34.
[14] DEAS, Malcolm.“La política en la vida republicana.” En: Historia de la vida cotidiana en Colombia. CASTRO CARVAJAL. Beatriz. (edit.) Bogotá: Norma. p. 277.
[15] Grant De Pauw, Linda . Battle Cries and Lullabies: Women in War from Prehistory to the Present. Norman: University of Oklahoma Press, 1998.
[16] MOLINA PETIT, Cristina. Dialéctica feminista de la Ilustración. Barcelona: Anthropos, 1994.
[17] ROBLES, Marta. Mujeres, mitos y Diosas. México: FCE/Conaculta, 1996, p. 295.
[18] “Abril 15 de 1841”, Ob.cit.,p. 45. A pesar de ser defensora de la libertad, no contempla el fin de la esclavitud en Colombia, que solo será abolida una década más tarde.
[19] “Abril 15 de 1841”, M.M de Nisser, Ob.cit.,p. 45.
[20] “Abril 19 de 1841”, Ibíd., p. 45.
[21] “abril 20 de 1841” Ibíd., p. 48-49.
[22] “Poderosas razones me// hacen ofrecer esta débil prueba de mi afecto acia los objetos que mas amo en el mundo, la patria i mi esposo; i ¿quièn no haría otro tanto en mi lugar?”” Abril 21 de 1841”, Ibíd., p. 50-51.
[23] “4 de mayo de 1841”, Ibíd., p. 64.
[24] “4 de mayo de 1841” Ibíd., p. 67.
[25] “6 de mayo de 1841”, Ibíd., p. 68.
[26] “6 de mayo de 1841”, Ibíd., p. 70.
[27] “14 de mayo de 1841” Ibíd., p. 79-80.
[28] La guerra no sólo pone en función elementos destructivos, también desarrolla posturas éticas y religiosas como la concepción de la guerra justa contra nuestros enemigos. Ver: AZÉMA, Jean-Pierre. “La guerre” En: RÉMOND, René. (Dir.) Por une histoire politque. Paris: Seuil, 1996, pp. 345-377.
[29] POMBO, Manuel, Ob.cit.
[30] “6 de mayo de 1841” M.M. de Nisser, Ob. Cit. p. 68.
[31] Es un término empleado por el filosofo Jacques Derrida y retomado por la critica feminista. En este caso es la tendencia que asocia lo masculino, universal y racional al varón como representante de lo humano, quedando, lo femenino, las voces de las mujeres subordinadas al discurso de los hombres. Ver. “ logocentrismo”, disponible en línea: http://www.femipedia.es/index.php?title=Logocentrismo
[32] TIRADO MEJIA, Álvaro. Aspectos sociales de las guerras civiles en Colombia. Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1976, p. 60.

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