domingo, 28 de junio de 2009

Testimonio

Antonio Mora Vélez
Pensamiento filosófico, político y social de
Antonio María Zapata

Introducción

Antonio María Zapata Vásquez –educador y periodista nacido en Cartagena en 1880—llegó a tierras cordobesas a comienzos del siglo pasado en uno de los viajes de su padre navegante, Manuel Zapata Díaz-Granados. Luego de residir en Puerto Escondido (a), en Moñitos y en San Bernardo del Viento, el joven bachiller se trasladó a Lorica a instancias del General José María Lugo, uno de los jefes liberales de la región. En esta ciudad fundó en 1906 un colegio al que puso por nombre La Fraternidad y en el cual enseñó durante veinte años a varias generaciones de niños y jóvenes del Bajo Sinú. Eran los tiempos de la gran crisis nacional causada por la Guerra de los Mil Díaz y la separación de Panamá y de la hegemonía conservadora que se prolongó hasta 1930.
Desde su colegio, Antonio María Zapata fomentó la dramaturgia, dirigiendo el montaje de obras como Aura o las Violetas de José María Vargas Vila; Amalia de José Mármol y Juana de Arco. (1) Y fundó la Sociedad de Estudios, sociedad que jugó un papel importante en la difusión de las ideas culturales y literarias de entonces. De la cual hicieron parte, además del maestro Zapata Vásquez, otros prestantes jóvenes de la sociedad loriquera interesados en las bellas artes, varias de los cuales se convirtieron después en sus enemigos políticos. (2)
Según cuenta el historiador cultural Albio Martínez “El 1 de enero de 1909, la Sociedad salta a la palestra con el periódico misceláneo El Estudio, editado por ella y a través del cual empezaría a irrumpir con sus ideas y el pensamiento liberal que sus miembros pregonaban. Esta Sociedad se planteó como objetivos no sólo el estudio, sino la conformación de una biblioteca, la fundación de un periódico, la realización de conferencias, la verificación de lecturas en común “de las obras más notables”, la realización de veladas literarias y ante todo, “despertar el amor por las letras”. (3)
Su labor de divulgación ideológica la continuó con el semanario “Rojas Garrido” que dirigió entre junio 10 de 1917 a diciembre 21 de 1918, inspirado en este pensador liberal Radical, y desde el cual libró sonadas batalla políticas en contra no solo del conservatismo en el poder con José Vicente Concha sino de los liberales “coalicionistas”, que lo fueron aquéllos que proponían apoyar la candidatura conservadora de Guillermo Valencia en las elecciones presidenciales que dieron como ganador a Marco Fidel Suárez. El maestro Zapata Vásquez publicó también artículos políticos y filosóficos, discursos y mensajes en otros periódicos liberales de la época, entre 1917 y 1921. Tales escritos los compiló en el libro Doctrinarismo Liberal, editado en Cartagena el año 1942.
En 1927 Antonio María Zapata Vásquez se mudó con su esposa Edelmira Olivella para Cartagena (b) con el fin de terminar de educar a sus hijos aún en edad escolar: Juan, Manuel y Delia. En Cartagena el maestro Zapata Vásquez organiza en la calle de San Antonio su colegio La Fraternidad con estudiantes de Lorica, en calidad de internos, y con estudiantes pobres del barrio Getsemaní. Pero la curia de la iglesia de la Santísima Trinidad, igual que lo hizo la de Lorica, lo persigue por sus ideas y le arma una campaña de familia en familia para quitarle estudiantes y tiene que cerrar su escuela otra vez, a los dos o tres años, y pedir trabajo en el Instituto Politécnico del profesor Antonio Martínez Olier (c).
En el gobierno de Olaya Herrera es designado rector de la Universidad de Cartagena el médico liberal y masón Miguel Antonio Lengua y éste, que era su amigo, lo hace nombrar profesor de Prehistoria en la Facultad de Bachillerato, cargo en el cual dura hasta que en el gobierno de Mariano Ospina Pérez, el conservatismo convierte dicho instituto en colegio departamental dependiente de la Secretaría de Educación e intenta sacarlo como docente, medida que es evitada por los estudiantes. Entonces le quitan la titularidad de la cátedra de Prehistoria –creada para él—y en la que enseñaba la evolución de las especies y del hombre, la deriva de los continentes de Wegener, la procedencia asiática de los aborígenes amerindios según Paul Rivet, el origen del lenguaje, historia de las religiones, entre tantas teorías y conocimientos de la época. Y es designado profesor auxiliar de todas las asignaturas dada su vasta cultura. (5). Gracias a los ingresos que obtuvo durante su trabajo como docente de bachillerato, pudo costear los estudios profesionales de sus hijos. Sus otros vástagos: Neftalí (d), Antonio (e), Edelma, Virgilio y Marcos, ya eran mayores cuando se produce el traslado a Cartagena y se ganaban la vida con sus artes y oficios.
Cuenta Manuel Zapata Olivilla que al término de su bachillerato, su papá –que sabía que él quería estudiar veterinaria-- le dijo: “Hijo: Te saliste con la tuya. Te he matriculado en la escuela de medicina para que aprendas a conocer al animal más importante de todos los que existen: al Hombre” (f). Palabras dichas con humor, con algo de eso que hoy llamamos “mamagallismo”, pero que sintetizan la posición ideológica liberal, evolucionista y antropocéntrica del maestro Zapata Vásquez que es objeto de este trabajo.
La perspectiva ideológica.
Zapata Vásquez abrazó las ideas filosóficas del Positivismo, imperantes en la época. Pero sus primeras lecturas de formación fueron los discursos de Diógenes Arrieta y José María Rojas Garrido (4). En la universidad aprendería, posteriormente, la célebre teoría de las tres etapas de la evolución de la sociedad propuesta por Comte. Y que contribuiría a fundamentar su pensamiento antirreligioso al constatar que la primera de dichas etapas, la teológica, ha sido superada y mandada a recoger por la tercera llamada por Comte de la ciencia positiva. Varias de sus tesis avalan esta afirmación, como veremos adelante.
Para exponer su posición ideológica en los diferentes frentes del conocimiento y de la vida que manejó nos remitimos a tres de sus obras publicadas: Elementos de Prehistoria
(Cartagena, 1938) Doctrinarismo Liberal (Cartagena, 1942) y Los doce trabajos de Hércules (Cartagena, 1953). Los grandes temas que ocuparon la atención del maestro Zapata Vásquez en las citadas obras son los siguientes:

l.- La teoría de la evolución.
El maestro Zapata Vásquez fue un decidido partidario de la teoría de la evolución. Inspirado en las ideas de Darwin, Lamark y Spencer, consideraba el evolucionismo como un “sistema científico-filosófico que demuestra que todas las cosas se originan unas de otras por medio de varios cambios sucesivos”. A diferencia de las tesis de la Escolástica que se enseñaban en las escuelas y colegios confesionales, el maestro Zapata sostenía en sus clases que la evolución se desarrollaba de lo simple a lo complejo, de lo heterogéneo a lo homogéneo, de lo inferior a lo superior. Que los animales evolucionaron así: “de los invertebrados salieron los vertebrados, y de los vertebrados (y en ese orden): los peces, batracios, reptiles, aves y mamíferos”. Y que el Hombre, en tanto que “…animal, y como tal, sujeto en cuanto a su origen, a las mismas circunstancias que produjeron a los seres animales en general”, proviene por la evolución del Pitecantropus, del hombre de Neandhertal y del hombre de Cromagnon, sucesivamente, cuyas culturas y fósiles explicó en el libro citado. Para Zapata Vásquez el Hombre se diferencia de los demás animales por sus manos y por la posición erecta, apreciación que no está muy distante de lo que sostienen los antropólogos evolucionistas actuales. (6)
Por esa época la teoría evolucionista sostenía que la selección natural y la lucha por la existencia eran los mecanismos de la evolución y a estas tesis se acogió el maestro Zapata. Por ello en uno de los apartes de su capítulo sobre el tema sostiene que la herencia fija los caracteres seleccionados por la lucha por la existencia, o lo que es lo mismo, que actúa a posteriori, lo que no es cierto a la luz de la genética evolutiva actual que ha complementado la teoría de la evolución con sus aportes. Por esa época se creía también que el hombre de Cromagnon sucedió en el tiempo al hombre de Neandhertal, afirmación hoy revaluada por descubrimientos paleontológicos.
Llegó, incluso, a sostener que la teoría de la evolución era una herramienta de análisis de los fenómenos sociales. En el artículo titulado Anomalía escribió: “La teoría de la evolución ha demostrado que las leyes que rigen los organismos rigen también las sociedades” (7). Pero no llegó a los extremos del darwinismo social, para él en la lucha social salían ganadores los mejor preparados intelectualmente

2.- La religión y la iglesia.

Su posición frente a la Iglesia no era solo política –al ser ésta puntal ideológico del conservatismo-- sino filosófica. Para Zapata Vásquez la filosofía tenía por objeto el estudio de la Naturaleza mediante el método experimental. Y eran sus temas principales: a) el mundo y la existencia de Dios; b) la vida, que era para él una “consecuencia de la actividad de la Naturaleza en sus infinitas modalidades”; c) el pensamiento: “producto de esa cualidad de energía que anima al hombre y lo hace artífice de sus creaciones”, lo cual deja dicho que no creía en la existencia del alma; y d) la libertad humana frente al determinismo “que marca la pauta de sus actuaciones y la subordina a las circunstancias” (8).
Cuestionó varias tesis de la filosofía católica, sobre todo la que negaba la evolución con el argumento de que lo simple no podía originar lo complejo, lo inferior a lo superior, el primate al hombre. Y consideró que los dioses eran un producto de la imaginación humana, siguiendo en esto a Ludwig Feuerbach y su obra La esencia de la religión, que posiblemente leyó. En su obra Elementos de Prehistoria sostuvo: “Del principio de causalidad: No hay efecto sin causa, hecho real: los hombres primitivos concibieron el mito de los dioses”. En relación con Jehová, dice: “Es un dios personal, fiel imagen y semejanza del hombre y como tal tiene su modo de ser, sus pasiones y sus venganzas…un dios cruel, injusto y vengativo (que) fue tenido por los hebreos primitivos que lo crearon, como el padre eterno”. De Júpiter señala: “Es un dios tan humano que todas sus actuaciones indican que no fue sino un hombre”.
Era partidario de la separación de la iglesia católica del Estado pero –fiel al principio liberal de la tolerancia-- respetuoso del derecho de aquélla y de las demás religiones para ejercer su magisterio en Colombia, pero en los templos. Dado que para él la educación debía estar basada en la ciencia experimental, fue un decidido defensor del laicismo, en la teoría y en la práctica, y por ello excluyó la religión del pénsum de su colegio, actitud que le ocasionó muchos problemas con la curia.
Pero el respeto a la existencia y al culto de la iglesia no quiso decir conciliación ideológica. En sus escritos recogidos en la obra Doctrinarismo Liberal ya citada fustigó la participación de la iglesia católica en la política a favor del conservatismo y las ideas que ella enseñaba, las cuales consideraba contrarias al ideario liberal. En el mencionado libro afirmó: “Si el Liberalismo sostiene el Libre Examen y el Libre Examen es contrario al Dogma y el Dogma lo sustenta el Catolicismo como un principio antagonista de la idea liberal: el que es liberal no puede ser católico”.(9)
Por la influencia del debate de la época propiciado por el positivismo en contra de la Teología y de la Metafísica, para el maestro Zapata Vásquez religión y ciencia eran términos antagónicos.

3.-Los derechos de la mujer
El maestro Zapata fue un decidido partidario del reconocimiento de los derechos de la mujer en la sociedad. Razonaba de este modo en el artículo Anotaciones: “Si la mujer es el centro en torno del cual crece y se desarrolla la familia, principio de la sociedad, la mujer es un ser de suma importancia en la acción social y por tanto, siendo semejante al hombre en su origen, así como imprescindible su actuación en la sociedad…tiene deberes que cumplir, y como la palabra deber implica en el lenguaje de lo real la palabra derecho pues no se concibe que exista el uno sin el otro”. De este ejercicio dialéctico saca la siguiente conclusión: “Si la mujer tiene deberes también tiene derechos y si tiene derechos éstos tiene que ser semejantes a los del hombre porque la igualdad de organismos implica la igualdad de condiciones”.Y más adelante, esta otra, a la cual quería llegar: La mujer “tiene derecho también a que se le reconozca ante la ley su carácter de ciudadana”. Pero los conservadores se oponían, y para él lo hacían porque, católicos fervientes como eran, seguían a pie juntillas las tesis de la Biblia. “La mujer en la Biblia, dijo en el citado artículo, es considerada como el pecado, es decir, la asechanza, puesta a cada paso para que sirva de tentación y de caída al hombre”. Las lecciones sobre la maldad e inferioridad de la mujer que aparecen en La Biblia –decía el maestro en otro artículo titulado Las mujeres bíblicas—y en donde todas aparecen señaladas como adúlteras, traidoras, incestuosas, prostitutas, pérfidas, lascivas, ligeras, no podían sino enseñar “al niño desde las bancas de la escuela a menospreciarla como cosa de poco valor”. Y agregaba para reforzar sus alegaciones en el sentido de que la iglesia no consideraba a la mujer igual que el hombre en derechos, la información de que hubo “un concilio en donde se discutió si la mujer tenía alma” (10).
El maestro Zapata sabía que la Biblia reflejaba la sociedad patriarcal de su tiempo, en la que el hombre jefe de familia era todo y la mujer estaba relegada al interior del hogar, y que no podía, por lo tanto, ser un referente para la estimación de la mujer en la sociedad moderna.

4.- El partido liberal.

Consecuente con su credo filosófico positivista, en la parte inicial del documento titulado La doctrina liberal que él incluye en su obra, se define el partido liberal como “un partido científico-filosófico (que) como tal, deriva sus principios de la ciencia”. Revisando todos sus artículos de prensa llegamos a la conclusión que por ciencia el maestro Zapata entiende el conocimiento de la realidad producto de la experiencia humana, por oposición al conocimiento deductivo que basa sus conclusiones en premisas de carácter metafísico. Lo filosófico político lo expresa en una carta de respuesta a un artículo aparecido en el periódico Germinal No. 5 de Montería, y en el cual defiende los principios de la revolución francesa calificados de “abstracciones metafísicas” por el citado medio monteriano. En él afirma que no se pueden echar a un lado los principios de libertad, igualdad y fraternidad por el hecho de no haber sido alcanzados ya que ellos constituyen “las conquistas más preciadas de la democracia” y porque “su triunfo en las instituciones de los países es el triunfo de la civilización”. Para el maestro tales principios son esenciales al estado de derecho, contrarios al despotismo representado por el partido conservador.
La definición del partido defendida por Zapata Vásquez concluye afirmando que “tiene por lema la Libertad y el Derecho…como línea de conducta la tolerancia y respeto a las creencias ajenas; como norma de gobierno la honradez administrativa; como obligación moral el acatamiento a la ley; como móvil de sus actos el amor al pueblo; como base de su credo la República y como su único ideal el bienestar y el progreso de la patria” (11)
Antonio María Zapata fue un aguerrido militante de la vertiente liberal radical. Para él, el partido liberal debía estar al servicio del pueblo y de los intereses superiores de la República y por ello no vaciló en convertirse en un disidente y en un crítico de los vicios de la democracia. En respuesta a una nota editorial de El Tiempo publicada en junio de 1917 y en la que el diario capitalino se refirió a su revista “Rojas Garrido”, afirmando que utilizaba el viejo lenguaje del liberalismo, ya en desuso, respondió: “Tiene razón el colega…el lenguaje del viejo liberalismo está en desuso, pues hoy no se habla sino el lenguaje de las sucias componendas; el de la mentira convencional por adquirir empleos; el del relajamiento de los caracteres y de la abdicación de los principios con detrimento de la doctrina liberal” (12). Atrás había quedado –según él-- el partido liberal de Tomás Cipriano de Mosquera, a quien denominó “la espada invicta del Libertador”; de Santos Acosta, “el caballero de la democracia”; de Santos Gutiérrez, “el militar sin tacha”; de Eustorgio Salgar, “el egregio repúblico”; y de Francisco Javier Zaldúa, “el jurista eminentísimo”. También el de Ezequiel Rojas, a quien dedicó un artículo y en el cual lo calificó como “el genio que por espacio de medio siglo conmovió con la fuerza prodigiosa de su talento la sociedad intelectual de la República”. Y el de José María Rojas Garrido, de quien tomó sus apellidos para darle nombre a su periódico y a quien calificó como “apóstol del libre pensamiento colombiano”. De él cita esta frase: “Decidle (a un conservador) que os analice el orden y os hablará del cadalso, la marca, la infamia, la persecución y el despotismo en todas sus manifestaciones. No conoce otros elementos del orden” (13). Para Zapata Vásquez, epígono del famoso orador y presidente fugaz de 1866, el orden estaba fundado en la ley y en los derechos del hombre y del ciudadano de la revolución francesa.
Como consecuencia de tal posición doctrinaria, se opuso desde su trinchera periodística a las coaliciones con el partido conservador. En uno de sus beligerantes artículos sostuvo: “No, señores coalicionistas, el partido liberal sabe que gobierne quien gobierne de los conservadores, el clero hará de las suyas porque el conservatismo tiene como principio que primero es la religión que la Patria”. Y a Guillermo Valencia, candidato conservador al cual apoyaban los citados liberales coalicionistas, lo calificaba de traidor por haber defendido en el congreso al autor de la entrega de Panamá, de represor de la libertad de prensa y de asesino de liberales en el Cauca. En esas elecciones Zapata Vásquez apoyó el nombre del candidato liberal radical José María Lombana Barreneche, de quien dijo en un artículo titulado Nuestro candidato “que ha encanecido amando la doctrina liberal, que en la cátedra y en el parlamento siempre ha sido un expositor consciente de los sagrados principios que la constituyen” (14).

5.- La organización del Estado.

Antonio María Zapata era partidario de la República federal, de la democracia y del parlamentarismo. Por República entendía: “El país en el que todos los ciudadanos gozan de iguales derechos ante la ley, y la soberanía reside en el pueblo”. Reforzaba la anterior afirmación diciendo que el pueblo lo era todo y que el gobierno era apenas “un simple guardián, un mero administrador responsable de los negocios de la comunidad” (15).
Una tesis de inspiración roussoniana cuya importancia en esa época se mide por el hecho de que solo hasta la Constitución de 1991 Colombia cambió la soberanía nacional de la Constitución de 1886 por la soberanía popular, que se diferencia de la primera porque permite, entre otras cosas, la rendición de cuentas de los elegidos a sus electores y la revocatoria del mandato en el evento de que no cumplan con sus promesas. En la soberanía nacional el elegido no responde ante sus electores en cambio en la popular, sí. “La Federación –pregonaba—es la República en la cual las secciones en que se divide el territorio, que se llaman Estados, tiene cada una su gobierno propio, pero están unidos por un lazo que constituye el gobierno federal”. Al absolutismo conservador –el poder concentrado en el Ejecutivo y en un solo hombre-- oponía “el poder concentrado en el Legislativo que representa al pueblo” (16). En esa dirección proponía que los alcaldes debían ser elegidos por los concejos municipales.
Para Zapata Vásquez –quien alcanzó a cursar tres años de Derecho (h)-- la democracia era el pleno reconocimiento de los derechos del hombre y del ciudadano. Y no la hay allí donde no se garantizan los derechos a la seguridad individual, a las libertades de pensamiento, de expresión, de locomoción; a la propiedad, colectiva o individual; a la igualdad política y civil; a la instrucción y al trabajo; a la protección de la vida y a la seguridad del domicilio; en donde no hay justicia. Para él esta última era esencial: “mientras la justicia no ilumine del todo las conciencia del hombre, los principios de libertad, igualdad y fraternidad serán violados y vilipendiados”. Es lógico entender que se refería a la justicia en su acepción amplia, incluyendo en el concepto la justicia social. Su definición del concepto de igualdad no deja dudas: “Consiste en la supresión de todo aquello que…trae consigo las diferencias entre los hombres y los divide en dos castas: opresores y oprimidos” (17). Lo mismo su sentencia en uno de los capítulos de la obra Los 12 trabajos de Hércules y en donde exige “El derecho que poseen los carentes de dinero y fortuna material, a que se les dé lo que los corresponde como trabajadores y no se les explote con salarios mínimos” (18) Y su admiración por Rafael Uribe Uribe, uno de los precursores del derecho laboral en Colombia y de las ideas socialistas, y a quien consideraba “el paladín más gallardo de la República y el defensor más abnegado del Derecho y de la Libertad” (19).
El cumplimiento por parte del Estado de los anteriores principios, derechos y garantías era para él la “verdadera democracia” y llamaba a los liberales a luchar por ellos para hacerlos realidad en nuestra patria. Lo contrario de la democracia era, para él, el despotismo, al cual definía como “el poder arbitrario y absoluto ejercido por un tirano”. (20). Entre las acciones nefastas del despotismo señalaba: el crimen ordenado desde las alturas para atemorizar al pueblo, la subversión del orden jurídico “para fines liberticidas”, la persecución, la negación de justicia, la mordaza para acallar la protesta ciudadana, la anulación de la libertad.
Cabe agregar que, no obstante su condición de republicano y de demócrata, Zapata Vásquez opuso a la sumisión al despotismo que justificaban los conservadores con razones de estado y la legalidad, “la santa insurrección de los pueblos contra sus opresores”. (21). Pensamiento nada extraño en un partido que había realizado tres revoluciones armadas en contra de los gobiernos conservadores de Mariano Ospina Rodríguez (1860), Miguel Antonio Caro (1895) y de Manuel Antonio Sanclemente (1899), esta última la denominada célebre ”guerra de los mil días”.

6.- La educación.
La ignorancia del pueblo era el principal obstáculo para la realización de los fines del partido liberal que él defendía. Y el remedio no era otro que la educación científica y laica en oposición a la educación religiosa imperante que servía a los intereses del absolutismo conservador. Más determinante que una revolución política era el cambio revolucionario en la educación, haciéndola gratuita y obligatoria, además de laica y científica, para acabar con el fanatismo, que es el caldo de cultivo de la intolerancia; lo cual era de vital importancia para el proyecto social de Zapata Vásquez. Sin tolerancia, decía, “no puede haber armonía ni reinar la felicidad”. (22).
Era tal la importancia que le concedía Zapata Vásquez a la instrucción del pueblo que la consideró –en su artículo El fin y los medios— como uno de los cuatro modos que tenía el liberalismo para llegar al poder. Los otros eran: 1.- La guerra: 2.- El golpe de estado y 3.- El triunfo en los comicios. Y también como parte de la misión del partido a objeto de “demoler de la conciencia humana las viejas y arraigadas tradiciones y construir en el ánimo de las generaciones nuevas la verdad científica”. Para lograrlo, decía, había que alcanzar “la dirección de la instrucción pública de las masas” (23).
Como se ve la educación estaba ligada en Zapata Vásquez a la lucha política. No era una simple cuestión de formación para el trabajo. Aunque era partidario de exigirle al gobierno que le enseñe al pueblo “una profesión, arte u oficio que le ponga a cubierto de la miseria”, la educación debía ser el fundamento de la verdadera democracia que preconizaba. Pero una educación liberal, no confesional, abierta al conocimiento científico de la época, esto es basado en “la observación y en la experiencia de los hechos”, única manera de sacar a las masas de la influencia religiosa y conservadora (24). Afirmaba: “Que se limite el clero a enseñar la Moral Cristiana y que deje el estudio de la ciencia, libre, a la investigación de la verdad”. Y que no continúe enseñando la educación medieval “en la que se creía a pie juntillas que al hereje era preciso quemarlo y que La Tierra era plana y no redonda”. (25)
No obstante, por su condición de liberal respetuoso y tolerante se quitaba el sombrero al pasar por una iglesia (26 y i) y dejaba en libertad a sus alumnos para que fueran o no a misa, que fue el “florero” del conflicto con el clero de Cartagena y la causa de la quiebra de su escuela de la calle de San Antonio y de los varios años de privaciones que le tocó pasar desde entonces.

7.- La defensa de la vida.
El maestro Zapata consideraba la vida como el primero de los derechos fundamentales del hombre. Y reclamaba del Estado la atención y cura de las “dolencias y enfermedades” de los ciudadanos, en especial las de la mujer, sobre todo en el parto. Pero fue más allá. En su bastión intelectual fue un crítico permanente de los asesinatos políticos de entonces y no vaciló en denunciar a los autores intelectuales de los crímenes.
En el artículo en forma de diálogo imaginario titulado Algo sobre Uribe Uribe señaló el crimen de este ilustre dirigente liberal como un crimen de Estado y acusó al Ministro de Gobierno de José Vicente Concha de ser el autor intelectual del mismo. Y en otro artículo denunció la existencia de un complot contra los hombres que trataban de restablecer en el país el imperio del Derecho. Y señalaba a los responsables como integrantes de “un grupo anónimo de hombres que conspiran contra la paz pública”, (27) que me hizo recordar a los enemigos solapados de la paz que denunciara Otto Morales Benítez más de un siglo después. Haciendo honor a su condición de hombre respetuoso de la ley y del derecho, protestó en su artículo Los sucesos de Arauca por el asesinato del líder de una “cuadrilla de bandidos” por parte de la fuerza pública. Razonando como un jurista señaló que si bien el personaje asesinado era un bandido y de él no se podía esperar otra cosa que actos delictivos, incluso con sevicia, no ocurre lo mismo con las fuerzas del gobierno, que están obligadas a defender la ley y actuar con “clemencia y con piedad” y no de la forma atroz como asesinaron al personaje en cuestión. (28). Durante su magisterio se opuso a la pena de muerte. Para él todo criminal debía pagar su delito con la cárcel, “pero nunca, por muy grave y bárbara que sea la ejecución del crimen” debía quitársele la vida. (29)

8.-La enseñanza de los mitos.
Vásquez Zapata sabía y enseñaba que los mitos todos tienen un trasfondo histórico. “El hecho real que es la esencia del mito, aparece tan oscuro, tan oculto, tan disuelto en la narración, que a primera vista no se ve” (30). Y se propuso en un opúsculo titulado Los 12 Trabajos de Hércules-Disertación científico-filosófica sobre la actuación del bien, publicado el 13 de julio de 1953, encontrar en los mitos de Hércules enseñanzas políticas y morales que sirvieran a sus fines educativos y libertarios.
En tal obra enseña cómo Hércules, representante del pueblo oprimido, derrota al León de Nemea, símbolo del despotismo. Cómo corta las siete propiedades (cabezas) de la Hidra de Lerna, símbolo de la anarquía, para redimir a la humanidad de “todo el mal que engendra la discordia”. Cómo caza y derrota a la Cierva encantada y con ello derrota la ambición desmedida del plutócrata y del arribista. Cómo venció a los Pájaros Estafalinos, voceros del fanatismo, oponiéndoles la tolerancia, la concordia, la igualdad y el amor. Cómo impone la paz entre los hombres tras derrotar a los Caballos Antropófagos, representantes de la guerra, el hambre y la peste. Cómo limpió los Establos de Augias para acabar con la corrupción administrativa, el fraude para perpetuarse en el poder y la vanalidad de los jueces. Cómo venció a Anteo, vocero de la ignorancia, y se hizo “el paladín del saber científico y el portaestandarte de la verdad”. Cómo domó al Toro de Creta, representante del desorden social y de todos los males que engendra (el robo, la mentira, la prostitución). Cómo liberó a Teseo, el hombre bueno pero perdido por los juegos de azar y lo persuade de que la virtud es más grandiosa que el vicio. Y cómo mató al dragón que cuidaba las Manzanas de Oro (la Estética, la Moral y la Filosofía) en la Academia ( “el cenáculo del saber”) las tomó y se las entregó a la humanidad para que fueran conocidas y apreciadas por todos (31).
Todas las anteriores enseñanzas éticas y filosóficas se corresponden con su concepción del Estado y de la lucha política. Los 12 Trabajos de Hércules no son meras creaciones de la imaginación sino símbolos basados en el análisis de la realidad y de los hechos, tan afín a la mentalidad positivista del autor, y que deben ser decodificados para sacar de ellos sus enseñanzas. En consecuencia para Zapata Vásquez los males de la sociedad no se solucionan con sermones ni con discursos ni con artículos sino con batallas como las libradas por Hércules en sus célebres 12 trabajos. Y el gran artífice de esas batallas es el pueblo, a quien Zapata no solo considera el depositario de la soberanía sino de la fuerza capaz de acabar con el despotismo, con la corrupción, con la guerra, con la injusticia, con la anarquía y con la ambición y el mal uso del poder. Y es el pueblo, convertido en gobierno, quien debe conquistar su libertad, imponer la igualdad y quien debe entregarle a la humanidad las “manzanas de oro” para acabar con la ignorancia y con las males engendrados por el desorden social y establecer de ese modo el reino de la fraternidad. Libertad, igualdad y fraternidad: los tres principios de la revolución francesa que constituían el fundamento de su credo democrático.

9.- La ganadería y la agricultura.
Por los años en que Zapata Vásquez escribe el artículo con ese nombre (1919) la economía de Lorica se orientaba hacia la gran hacienda ganadera “mediante la concentración de terrenos en manos de una élite mercantil” y “las invasiones (de los propietarios ricos) hacia los terrenos baldíos de los playones y las ciénagas”. Todos los propietarios de tierras de entonces: indígenas y mestizos pobres en su mayoría, se vieron desplazados por la nueva forma de producción de la tierra. (32). “Esta expansión de la industria ganadera se verifica siempre a expensas de la agricultura”, diría nuestro personaje en el artículo citado. Y agrega: “Antiguamente, los terrenos adyacentes a nuestras poblaciones…eran tierras dedicadas exclusivamente al cultivo de frutos y con los nombres de tierras de pancoger…pertenecían a los…agricultores pobres” de la región; pero “apareció de improviso el alambre de cerca, los terrenos incultos de propiedad general han sido sembrados de yerba; y hoy la huerta se torna en potrero” (33).
Llama la atención el manejo simbólico que hace de estas dos actividades económicas humanas, las cuales estudia no desde la perspectiva económica sino de su relación con lo social. Para Zapata Vásquez la ganadería es aristocrática y la agricultura democrática, por el número y clase de personas que trabajan en ellas: ricos en poder de la primera y proletarios defendiendo la segunda. Sostiene que “De esa lucha entablada entre la ganadería y la agricultura nace la miseria de la parte baja del pueblo y la riqueza de los potentados”. La ganadería genera riqueza pero esa riqueza—dice— “representada por ocho o diez grandes potreros pertenece a cuatro” personas (34). La ganadería, industria de pocos, ha acabado con la agricultura, trabajo de muchos. Y definió desde entonces el perfil socio-cultural de Córdoba con todas sus secuelas políticas conocidas. Para paliar la situación de pobreza en que quedaban los antiguos dueños de parcelas y fincas pequeñas y medianas propuso matar “el espíritu de individualismo que la más de las veces raya en egoísmo”, seguir el ejemplo de los agricultores del comunismo primitivo y la construcción de cooperativas aunando las voluntades de los agricultores y aportando “el céntimo de sus economías a la urna común de nuestros intereses (para ver) surgir de cada roza que hagamos una granja y de cada trapiche a lo antiguo uno moderno movido por la fuerza expansiva del vapor”, planteamiento que se quedó en el vacío y que de haberse realizado le hubiera cambiado la fisonomía social, cultural y política al departamento (35). Para recuperar la agricultura pidió también la creación de un Banco Agrícola que prestara dinero a los agricultores pobres para que así éstos “puedan ensanchar sus plantaciones y darles un carácter permanente” (36) aspiración que se convirtió en realidad en el gobierno de Olaya Herrera en 1931 con la creación de la Caja Agraria.

Dos notas aclaratorias
No obstante las posiciones políticas populares que defendió y las propuestas de apoyo a la clase trabajadora que hizo en sus artículos, Zapata Vásquez jamás creyó que el comunismo fuera la solución a los problemas del país. Para él los postulados y la tradición democrática y popular del partido liberal eran suficientes para alcanzar los logros sociales del comunismo, logros que empezaban a conocerse en Colombia por cuenta de los simpatizantes de la revolución bolchevique (37). Y el problema de fondo era la libertad. Para Zapata Vásquez la libertad era, después de la vida, el don más preciado del hombre y no tenía más límites que el derecho ajeno. Y la entendía como libertad para pensar, escribir y publicar, viajar, trabajar, ser propietario, aprender, enseñar y profesar pública o privadamente cualquier religión (38). Ese profundo apego y respeto por la libertad que lo distanciaba del comunismo ruso, tenía no solo una causa ideológica sino afectiva. Zapata Vásquez era hijo de una mujer –María Ángela Vásquez—descendiente de africanos y quien llevó en sus espaldas hasta su muerte, la marca cruel e infame del hierro quemador de la esclavitud (39).
Tampoco fue masón, como podría colegirse por sus simpatías y elogios a José María Rojas Garrido y a otros líderes liberales de la época, que sí lo fueron; o por el nombramiento como docente de la Facultad de Bachillerato que le hizo el rector masón de la Universidad. O por el nombre que le puso a su escuela. O por sus conflictos con la curia católica. O por su oposición a la pena de muerte. O por su defensa de la educación laica. La masonería le abrió las puertas pero él no quiso entrar porque no estaba de acuerdo en firmar una solicitud de ingreso en la que se juraba creer en la existencia de un ser superior (40).
Ni antiimperialista. En el artículo Nuestro concepto se manifestó contrario a que se derogara el Tratado que puso fin al conflicto colombo-norteamericano como consecuencia de la separación de Panamá en 1903. En él dijo que “Panamá, bien o mal separado” separado está y es un hecho irreversible. Y recomendó aceptar los 25 millones de dólares ofrecidos por los Estados Unidos en calidad de compensación por los “daños y perjuicios que Colombia ha experimentado en sus intereses a causa de la separación del Istmo”. (41)

Epílogo
Antonio María Zapata Vásquez murió en Cartagena el año 1968, en su casa de la calle del Espíritu Santo --símbolo católico en el cual no creía y al cual personalizó y acusó de ser el autor de la infidelidad de María—(j) y después de una penosa enfermedad. Fue inhumado sin oficios religiosos y con música, como él quiso que fuera su funeral. Hasta su muerte fue –como lo recuerda su hijo Manuel—“el más rebelde de los babalaos” y hasta ese momento “se opuso a su catequización” (42).
De su talante, de sus capacidades y de su condición humana dan cuenta este poema de marzo de 1918 que le dedicara uno de sus amigos, el poeta Rafael M. Alandete: “Liberal de verdad: siempre está en vela/ de que conserve la idea su lucimiento/ y en la lucha no cesa ni un momento/ de enseñar los principios de su escuela.// Su fecundo decir en él revela/ erudición y no común talento:/ filósofo del libre-pensamiento/ quien lo oye razonar, duda y se aleja//. Lo conocí años ha de entonces data/ nuestra amistad que firme se mantiene/ sin los cambios que el tiempo trae consigo;// De él queda satisfecho quien lo trata/ y ante su integridad pronto conviene/ en que es el prototipo del amigo” (43) (Los subrayados son míos)
La tarde de 1966 en que fui a conocerlo por invitación de su nieta, la hoy abogada y entonces mi condiscípula Isis Zapata Villalobos, me deslumbró con sus ideas políticas y evolucionistas y al notar que yo las recibía con el entusiasmo de la juventud, me obsequió al despedirme cuatro de sus obras. Ahora, con muchos años de retrazo pero pienso que en el mejor momento, cumplo con el deber de divulgar el pensamiento contenido en ellas, que sigue teniendo tanta vigencia como entonces.
En los primeros años de su trasegar por este mundo escribió, parafraseando a Bolívar, estas palabras que tomo del trabajo del historiador cultural Albio Martínez: “Si logramos, si no en todo, sí en parte, cumplir este deseo de nuestra alma, cuando muera, tendré la satisfacción al bajar a la tumba, de haber prendido las primeras sesiones de una Corporación que dará a mi patria, por el esfuerzo intelectual de sus miembros, honra y prez”. (44). Las palabras fueron pronunciadas en el acto inaugural de la Sociedad de Estudios de Lorica que ayudó a fundar pero bien pueden ser tomadas como referencia a toda su actividad política y cultural.
El prologuista de la obra Doctrinarismo Liberal, Alfonso Castro, escribió, muchos años después: “No importa que no seas “inventor de valores nuevos” como diría Nietzsche, eso es cosa de genios. Conténtate con ser vulgarizador, con llevar briznas del pensamiento humano a la oscuridad de las conciencias. Allí fructificará la más humilde semilla y podrá con el tiempo ser maravillosa cosecha” (45).
Antonio María Zapata Vásquez cumplió con sus propósitos de educación y divulgación científica manifestados el día de la inauguración de una de sus obras culturales en Lorica y dejó a las futuras generaciones la semilla de la “verdadera democracia” –la del pueblo convertido en gobierno--, que será algún día –como lo dijo el prologuista Alfonso Castro-- una maravillosa cosecha.

(1) Díaz Díaz, Fernando, Breve historia de Santa Cruz de Lorica, Tercer Mundo editores, 1994, y conversación con Felipe Zapata Herrera e Isis Zapata Villalobos, nietos del maestro, mayo de 2009.
(2) Zapata Vásquez Antonio Maria, Doctrinarismo Liberal, Cartagena 1942.
(3) Martínez Albio, Los grupos literarios en el SINÚ, La casa de Asterión, Nro. 35 de 2008.
(4) Valdelamar Jorge y Gutiérrez Juan, Getsemaní, oralidad en atrios y pretiles, Cartagena, 2005.
(5) Conversación con Felipe Zapata Herrera, nieto del maestro Zapata Vásquez, en mayo de 2009.
(6) Zapata Vásquez Antonio María, Elementos de Prehistoria, Cartagena, 1938.
(7) Zapata Vásquez Antonio María, Doctrinarismo Liberal, Cartagena, 1942.
(8) Zapata Vásquez Antonio María, Los 12 Trabajos de Hércules, Cartagena, 1953.
(9) Zapata Vásquez Antonio María, Doctrinarismo Liberal, Cartagena 1942.
(10) Zapata Vásquez Antonio María, Doctrinarismo Liberal, Cartagena, 1942.
(11) Op cit.
(12)Zapata Vásquez Antonio María, Doctrinarismo Liberal, Cartagena, 1942.
(13) Op Cit.
(14) Zapata Vásquez Antonio María, Doctrinarismo Liberal, Cartagena, 1942.
(15) Zapata Vásquez Antonio María, Doctrinarismo Liberal, Cartagena 1942.
(16) Op. Cit,
(17) Op cit.
(18) Los 12 Trabajos de Hércules, Cartagena, 1938.
(19) Doctrinarismo Liberal, Cartagena, 1942.
(20) Los 12 Trabajos de Hércules, Cartagena, 1938.
(21) Zapata Vásquez Antonio María, Doctrinarismo Liberal, Cartagena, 1942.
(22) Op. cit.
(23) Op. cit.
(24) Op. cit.
(25) Op cit.
(26) Valdelamar Jorge y Gutiérrez Juan, Getsemaní, oralidad en atrios y pretiles, Cartagena. 2005.
27) Zapata Vásquez Antonio María, Doctrinarismo Liberal, Cartagena, 1942.
(28) Op cit.
(29) Los 12 Trabajos de Hércules, Cartagena, 1938.
(30) Op. Cit.
(31) Zapata Vásquez Antonio María, Los 12 trabajos de Hércules, Cartagena, 1953.
(32) Díaz Díaz Fernando, Breve Historia de Santa Cruz de Lorica, Montería, 1994.
(33) Zapata Vásquez Antonio María, Doctrinarismo Liberal, Cartagena, 1942
(34) Zapata Vásquez Antonio María, Doctrinarismo Liberal, Cartagena, 1942.
(35) Op cit.
(36) Op cit.
(37) Conversación con Felipe Zapata Herrera, mayo de 2009.
(38) Zapata Vásquez Antonio María, Doctrinarismo Liberal, Cartagena, 1942.
(39) Conversación con Isis Zapata Villalobos, mayo de 2009
(40) Conversación con Felipe Zapata Herrera, mayo de 2009.
(41) Zapata Vásquez Antonio María, Doctrinarismo Liberal, Cartagena, 1942.
(42) Valdelamar Jorge y Gutiérrez Juan, Getsemaní, oralidad en atrios y pretiles, Cartagena, 2005.
(43) Zapata Vásquez, Antonio María, Doctrinarismo Liberal, Cartagena, 1942.
(44) Martínez Albio, Los grupos literarios en el Sinú, La Casa de Asterion, Barranquilla, No 35 de 2008.
(45) Castro Alfonso, Doctrinarismo Liberal, Prólogo, Cartagena 1942-


NOTAS:
(a) En Puerto Escondido tuvo su primer hijo con una mujer blanca al cual le puso por nombre Neftalí, que se le murió aún infante, razón por la cual abandonó el pueblo y la finca que tenía en él. Hay un sitio llamado “Paso de Zapata” que lo recuerda. Lo anterior según versiones de sus nietos Felipe e Isis Zapata. La doctora Isis, quien vivió durante sus estudios en la casa del Maestro ya en los años finales de su existencia, me cuenta además que muchos años después, un agricultor llegó a Cartagena con la intención de comprarle al maestro la finca de Puerto Escondido y que él le respondió que no quería saber de ese pueblo ni de su finca porque allí había muerto su primer hijo. Y que fue su hija Edelma –tía de Isis—la persona que se hizo cargo del negocio con el agricultor, el cual arregló por la suma de cinco mil pesos.
(b) Padre del abogado Felipe Zapata Herrera y abuelo del escritor Alexis Zapata Mesa. Cabe aclarar que a este hijo le puso el mismo nombre del primero que se le murió en Puerto Escondido.
(c ) Padre de la abogada Isis Zapata Villalobos.
(d) Esta fecha la proporciona Manuel Zapata Olivella en la entrevista que le concedió a los autores del libro Getsemaní, oralidad de atrios y pretiles. En ella afirma que él llegó a Cartagena procedente de Lorica en el año 1927, a la edad de siete años.
(e) Me contó el abogado Felipe Zapata Herrera –su nieto y quien también vivió en la casa del maestro durante su época de estudiante, por los años 40, que el maestro Zapata Vásquez, durante la crisis provocada por el cierre del colegio en Cartagena, se mudó a una casa del mismo barrio Getsemaní que no quería ocupar nadie porque en ella había muerto una señora de viruela, entonces enfermedad mortal y contagiosa.
( f ) La frase la escuché en una entrevista en video del escritor Manuel Zapata Olivilla.
(g) Antonio María Zapata publicó también: Elementos de Geografía, Elementos de Astronomía, Elementos de Historia Patria, El ciudadano (Cartilla de moral y cívica), Compendio de Geografía de Colombia, El cuerpo humano –libros de texto que utilizó en sus clases—, varios poemas y un cuento que tituló El enigma –el primero que se escribe en lo que hoy es Córdoba-- y con el cual ganó por la década del 20 un concurso en Chile.
(h) La información sobre los tres años de Derecho de Antonio María Zapata la recibí del abogado Felipe Zapata Herrera y la confirmé en la entrevista de Manuel Zapata Olivilla que figura en el libro de los investigadores Jorge Valdelamar y Juan Gutiérrez citado en este trabajo.
( i ) Según su hijo Manuel Zapata Olivilla, uno de sus alumnos le preguntó que porqué se quitaba el sombrero al pasar por una iglesia si él decía que Dios no existía y que él le contestó que se lo quitaba por respeto a los fieles que creían en él. (Getsemaní, oralidad en atrios y pretiles, Cartagena, 2005).
( j ) En el artículo Las mujeres bíblicas citado califica al Espíritu Santo “ser de procedencia vaga” y a María de adúltera por haber engañado a José con él.
Balcones de la Castellana, mayo de 2009
*Antonio Mora Vélez (1942). Escritor, docente universitario, columnista de opinión y abogado. Autor de varios libros de cuentos, poemas, novelas y ensayos. Cuentos suyos han sido antologados en varias antologías colombianas y tres veces en el exterior. Miembro fundador de la Corporación Universitaria del Caribe-CECAR, del Parlamento de escritores del Caribe colombiano, de la Unión Nacional de Escritores; del cuarteto vocal “Amadeus”, del grupo El Túnel y de otras entidades culturales. Fue Decano de la Facultad de Educación y director del Departamento de Humanidades en la U. de Córdoba. Actual director de la Revista Institucional de CECAR. Colaborador de varias revistas nacionales y del exterior. Escogido como uno de los personajes del siglo XX en el departamento de Córdoba y considerado por la crítica como uno de los precursores y un clásico de la literatura de ciencia-ficción colombiana



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